Mientras más de la mitad de los españoles reconoce llegar justo o con dificultades a fin de mes, perturba y escandaliza más que nunca conocer los resultados económicos de bancos y grandes empresas energéticas, que han duplicado sus beneficios en lo que va de año.

La cosa es tan desmesurada, no solo aquí, que Joe Biden, presidente de Estados Unidos, primera economía mundial, faro y guía del dios del libre mercado, ha llegado a considerar «indignantes» los beneficios de las petroleras y ha amenazado con ponerles un impuesto si no bajan el precio de la gasolina. 

Por citar algunos ejemplos en España, el Banco Santander ha cerrado nueve meses de récord, con unas ganancias de 7.316 millones de euros entre enero y septiembre, y el Grupo BBVA ha ganado 4.842 millones en los primeros nueve meses de 2022, lo que supone un alza del 47 por ciento con respeto al mismo período del año anterior.

No menos desvergonzados son los resultados de energéticas como Iberdrola, que se anotó un beneficio neto de 3.104 millones en su cuenta de resultados hasta septiembre, un 29 por ciento más que hace un año, mientras una gran parte de los ciudadanos le tiene más miedo a la factura de la luz que a compartir cama con la niña del exorcista durante una noche de tormenta.  

En el mismo acto en el que se presentaron los resultados de la compañía, su presidente, Ignacio Sánchez Galán, que conviene recordar que obtuvo una retribución total de 13,21 millones de euros en 2021, ya anunció, no obstante, que acudirán a los tribunales para recurrir el impuesto a las energéticas que tramita el Parlamento español, porque está claro que no quiere que nada ni nadie le ponga el más mínimo coto a su beneficio y al de los suyos.

Pedirán, así, justicia en los tribunales sin ningún tipo de sonrojo mientras anuncian que la compañía dará un bonus de 200 millones a sus directivos por los buenos resultados cosechados este año.  

Convendría recordar también que, frente a estas cifras que abruman y marean, frente a esta borrachera de ceros, la OCDE prevé que España registre una de las mayores caídas de los salarios reales este año en el mundo, con una perdida de 4,5 puntos de poder adquisitivo, solo superada por Grecia, donde se espera una devaluación del 7 por ciento.

Pero sobre todo, lo que verdaderamente impacta es que, en medio de las desmedidas y alegres ganancias de unos, otros bancos, los de alimentos, se vean obligados a lanzar un SOS en la búsqueda de voluntarios para poder llevar a cabo la Gran Recogida que este año, según reconocen, vuelve a ser más necesaria que nunca.

Advierten de que cada día son más las personas que se quedan «en los márgenes», aunque tengan trabajo, como cuenta Juan Diego Botto en su opera prima sobre el drama social de los desahucios que puede verse ahora en los cines, protagonizada por Penélope Cruz y Luis Tosar.

Sin margen en la riqueza y en los márgenes de la pobreza podría ser el resumen de esta exhibición turbocapitalista desbocada y sin alma que está haciendo de la desigualdad sin límites su principal característica, ahora ayudada por una inflación a la que parece imposible embridar. 

Decir que esto es insostenible desde el punto de vista de la justicia y la paz social podría parecer y es una obviedad, aunque el género humano luzca en estos tiempos más anestesiado y manipulable que nunca. Pero no es solo eso, es que la voracidad de las grandes empresas, las únicas que pueden permitirse obtener beneficios al repercutir en sus precios la subida de los carburantes y la electricidad, no debe de contribuir en nada a enfriar una economía que se asoma de nuevo al desastre, a la recesión.  

Lo siento, pero, sin ser experta en la materia, me parece un insulto a la inteligencia decir que una subida salarial, incluso que la subida del Salario Mínimo Interprofesional, contribuiría a incrementar la inflación sin reconocer que este desmesurado aumento de los beneficios empresariales tiene necesariamente que conducir mucho más a ello.

Es, una vez más, lo de siempre, no repartir ni una minúscula parte del rendimiento, pero socializar pérdidas en cuanto estas se empiecen a vislumbrar en el horizonte, como ocurrió con el rescate bancario tras la crisis de 2008. Es, una vez más, lo de siempre, el que unos pocos no tengan ningún tipo de margen en acumular alegremente riqueza, ceros y ceros en sus cuentas corrientes, mientras otros muchos se van quedando absolutamente en los márgenes, empobrecidos y desesperados, como si fueran un cero a la izquierda. H

*Periodista