Opinión | es decir

Acción de ensombrecer, hacer sombra

Sorprendería el supuesto ensombrecimiento de Santiago Abascal desde dentro o fuera del partido, como se especula. Sobre todo, porque los votantes de Vox son, desde el primer día, votantes de Abascal, su líder indiscutido e indiscutible. Sorprendería, sí. 

"La forma de caer de Javier Ortega Smith habría consistido en darle más poder en el partido

Pero lo cierto es que primero fue la renuncia de Macarena Olona, que atribuyó a un «linchamiento», y, después y seguida (aunque non sequitur), la dimisión de Ricardo Morado, dirigente de Vox en Galicia. Sobre esta renuncia y esta dimisión, recuérdese, Javier Ortega Smith tuvo su ocurrencia: «Se pueden ir al Partido Popular, a hacer el Camino de Santiago o a hacer meditación». No sospechaba entonces Ortega Smith que pronto ascendería él a vicepresidente, un ascenso que hoy cabría interpretar según El principio Peter, es decir, Abascal le habría hecho vicepresidente únicamente para que alcanzara su máximo nivel de incompetencia, lo que, traducido al supuesto ensombrecimiento, significaría que lo ascendió para que perdiera notoriedad, protagonismo. El principio Peter tiene su metáfora, que a veces ayudan: «Los peces mueren flotando en la superficie: es su forma de caer» (André Gide). Pues eso: la forma de caer de Ortega Smith habría consistido en darle más poder en el partido para subordinarle, como diciéndole: recuerda que eres «vice-», o sea, «inferior a», o sea, recuerda quién manda en Vox. O, por ser más precisa la metáfora de Gide, Abascal le habría ascendido para ahogarle, para asfixiarle: más tiempo en el despacho, calladito y discreto, y menos en los medios de comunicación, opinando y destacando.

Lo de Ortega Smith es aplicable a cualquier militante, sea diputado, presidente de comunidad autónoma, alcalde, concejal... Y parece haber menos paranoia que realidad en la decisión de Abascal de no permitir más intervenciones públicas que las justas, a fin de que ninguno se prodigue. Lo sugiere la dimisión de Mónica Castro, importante dirigente de Vox en Asturias. Aunque Castro abandonó la militancia y el cargo porque la dirección nacional del partido desautorizaba continuamente al comité ejecutivo de Asturias, en su escrito de dimisión mencionaba en passant las quejas de militantes de otras provincias que denunciaban que «algunos miembros del partido, con el ego bien crecido, se sienten autosuficientes». Si esos egos eran (son) conocidos hasta en los comités provinciales (más en los regionales, claro), difícil sería que Abascal los desconociera. En fin: no se descartan más renuncias, cambios y dimisiones en Vox.

Como para todo, hay explicaciones, claro. Pero tan poco claras que no se sabe si justifican o desmienten, porque estos movimientos en el partido podrían deberse a que Abascal sufre una inflamación caudillista (el caudillismo es siempre una inflamación) o a que estuviera democratizándose (como el que se exfolia la piel, vaya). Si es inflamación, bastaría con extirparle la amígdala caudillista, que seguramente existe en algún lóbulo temporal del cerebro, o existirá a partir de ahora (como cuando a Picasso, con perdón, le dijeron que el retrato que le había hecho a Gertrude Stein no se parecía a la modelo y él respondió: «No se preocupe, ya se parecerá»). Y si está democratizándose, será en el sentido de querer ser más Viktor Orbán que Martin Helme, más Giorgia Meloni que Jimmie Akesson, dado que ambos gobiernan, si no democratizados, democratizándose. Nada extraño: Joaquín Hurtado Simón fue alcalde de Coria desde 2003 hasta 2007, es decir, con la democracia ya mayorcita, y casi se democratiza: «Estoy siendo demócrata de más», respondía a quienes se le quejaban, grupos municipales o vecinos que le abordaban por la calle. 

Lo único claro es que Abascal, líder de un partido sombrío, padece ensombrecimiento, bien porque quieran ensombrecerle, bien porque tema ser ensombrecido. Bien, en cualquier caso.

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