Opinión | Nueva sociedad, nueva política

Koldo, rey mago

La historia del vigilante de lupanar que se paseaba por los ministerios

Koldo García junto a Pedro Sánchez.

Koldo García junto a Pedro Sánchez.

Desconozco si Koldo García Izaguirre llegó a ser rey mago. Muchos concejales lo son, y él fue edil de Huarte (Navarra) cuatro años. Su corpulencia de vigilante de seguridad de puticlub podría exceder lo conveniente para dar la imagen de los enviados de Oriente, pero no es menos cierto que la representación municipal de los Reyes Magos ofrece cada año soluciones más creativas. Koldo sería mejor Papá Noel, pero también podría haber sido rey mago de Huarte.

Hay muchos niños que se resisten a aceptar que los magos de Oriente son los padres. Conozco casos de violencia —por impotencia, por frustración— al recibir la noticia, incluso otros más extremos en que los chavales adquieren una cierta aversión por sus progenitores al hacerse conscientes del largo engaño. Son casos de disonancia cognitiva severa, es decir, de incapacidad de los niños para hacer encajar la realidad en sus fantasías.

Desde que detonó el ‘caso Koldo’ —que ya es el ‘caso Ábalos’, aunque el nombre oficial es ‘Operación Delorme’—, lo que más me ha sorprendido es la cantidad de adultos que también padecen casos graves de disonancia cognitiva, aparentemente incapaces de adecuar lo que ocurre en la realidad a la cuadrícula de sus ideas previas.

Lo único que se pide para expedir la tarjeta que da acceso a los privilegios del cargo es una ciega servidumbre a quien en ese momento tenga los mandos de la oficina desde la que se reparten esas tarjetas. Ni más, ni menos

Esta ha sido la pregunta de la semana: «¿Cómo es posible que alguien con el perfil de Koldo García haya llegado a ser la mano derecha de uno de los políticos más influyentes del país?». Hacerse esa pregunta, con casi medio siglo de partidocracia a las espaldas, es algo equivalente a la creencia de los niños en los Reyes.

A quienes se encuentren todavía ahí, les recomiendo que lean un artículo publicado mucho antes, incluso, de la crisis política de desafección que se arrastra desde el impacto de la ruina financiera de 2008. Fue en 2003 cuando cuatro prometedores politólogos (Belén Barreiro, María Fernández Mellizo-Soto, Sandra León e Ignacio Urquizu) publicaron «La selección adversa en los partidos», artículo que es ya un clásico de la bibliografía de ciencias sociales en España.

Lo que planteaba aquel texto es que en los partidos políticos españoles «aquellos que se ofrecen para ocupar cargos políticos no son siempre los más valiosos», y ponía al PSOE como ejemplo de modelo que «perpetúa el problema de la selección adversa». El artículo tiene ya más de veinte años, su lucidez permanece intacta y el problema de la selección adversa (elegir a los peores, sintéticamente) no ha dejado de crecer en la partidocracia española y, singularmente, en el PSOE.

Por eso me resulta tan sorprendente que, con tanta experiencia acumulada, muchos adultos sigan padeciendo la disonancia cognitiva de querer seguir creyendo en los Reyes Magos de la política.

Koldo García Izaguirre llegó donde llegó —y podría haber llegado más lejos— porque en el PSOE, para ocupar espacios de poder, no se exigen inteligencia, ni conocimientos, ni capacidad, ni méritos, ni ética, ni ideología, ni ninguna otra virtud que la ciudadanía tenga en su cabeza como ideales políticos. Es más, cualquiera de esas características es un serio obstáculo para conducirse en la organización, y si se tiene el lastre de sumar dos o tres de ellas, entonces resulta imposible dar un paso.

Lo único que se pide para expedir la tarjeta que da acceso a los privilegios del cargo es una ciega servidumbre a quien en ese momento tenga los mandos de la oficina desde la que se reparten esas tarjetas. Ni más, ni menos. Koldo, el portero de club de alterne, tuvo como primer mentor a Santos Cerdán, actual negociador con Puigdemont; después fue José Luis Ábalos, hoy diputado en el Congreso, quien le acogió en su seno. Koldo fue obediente y servil ante ambos, y por eso llegó donde llegó.

Cerdán y Ábalos fueron dos de las cuatro patas de la candidatura de Pedro Sánchez en las primarias de 2017 (Adriana Lastra, otra de ellas, aguarda escondida a que todos se despeñen, en la vana esperanza de que se olvidará su sanchismo originario). Todos llegaron donde llegaron, a su vez, por ser también obedientes siervos de Sánchez. Cerdán lo sigue siendo. Ábalos se lo está pensando. Y esto último promete con hacer divertida la historia del vigilante de lupanar que se paseaba por los ministerios disfrazado de rey mago.

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