Opinión | Nueva sociedad, nueva política

Middleton y el abismo

Algunas veces las revoluciones son de abajo a arriba y otras veces de arriba a abajo

Kate Middleton en el vídeo en el que anunció que tenia cáncer.

Kate Middleton en el vídeo en el que anunció que tenia cáncer. / EL PERIÓDICO

A lo largo de la historia, dos elementos han acompañado a los grandes cambios estructurales: la innovación tecnológica y la crisis de legitimidad del régimen político. Por ese orden. Las transformaciones materiales, siempre ligadas al cambio de la tecnología, determinan transformaciones sociales.

Las mutaciones históricas pudieron suceder en horas o días, pero siempre resultaron de una larga corriente de hechos concatenados, mostrando síntomas prácticamente a diario. La inmensa mayoría de esos síntomas pasan desapercibidos y jamás terminan en los libros de Historia.

Es posible que lo ocurrido con Kate Middleton durante las últimas semanas sea un buen ejemplo. Me refiero al forzado anuncio de su enfermedad, tras prolongadas especulaciones alentadas por la insoportable presión de los nuevos medios de comunicación, que, aparentemente, desarbolaron a la Casa Real británica.

No voy a entrar aquí en la exacta veracidad o no del relato de Middleton ni en las razones de su ocultación, puesto que este tipo de razonamientos apenas si pueden superar el estatus de mera especulación, y solo el tiempo (a veces) los esclarece por completo.

Lo que me interesa es cómo se han sumado los dos factores que convierten el «caso Middleton» en un paradigma del abismo político ante el que nos encontramos, cuyos síntomas vienen mostrándose poderosamente desde hace más de una década.

En primer lugar, es necesario aludir a la popularización de la inteligencia artificial en la cultura de masas, a raíz de la creación de ChatGPT por la empresa OpenAI, algo que sucedió hace poco más de un año. La inteligencia artificial es una tecnología consolidada hace mucho tiempo, ampliamente desarrollada ya en sectores tan relevantes para el poder como, por ejemplo, los intercambios bursátiles. ChatGPT es, por expresarlo sintéticamente, un ‘juguete’, destinado a las clases populares con un doble propósito: el entretenimiento y el autoengaño sobre sus posibilidades de control del invento. La tecnología, tras el feliz hallazgo, siempre experimenta las mismas fases: apropiación por parte de la clase dominante, legitimación social para que sea aceptada y desarrollo orientado a incrementar el dominio de clase. La popularización de ChatGPT forma parte de la segunda fase.

En segundo lugar, tenemos la crisis de la Casa Real británica, no solo por el fallecimiento de su gran pilar, la reina Isabel II (1926-2022), sino por la fragmentación de sus estructuras, con raíces profundas (la sospechosa muerte de la popular Diana de Gales en 1997, con 36 años), e impulsada por los escándalos sexuales de Andrés (Duque de York), los matrimonios de los dos herederos con mujeres ajenas a la tradición monárquica, el morboso libro publicado por el príncipe Henry y el anuncio de la enfermedad de Carlos III.

En este doble contexto, la desaparición de la agenda oficial de Kate Middleton durante apenas dos meses, terminó decantando en la opinión pública la idea de que se estaba ocultando algo grave que afectaba a la institución. A pesar de varios intentos de la Casa Real, incluido un vídeo de algo más de dos minutos, una parte importante de la opinión popular seguía pensando en el engaño, hasta el punto de que la BBC tuvo que desmentir que el vídeo estuviese realizado con inteligencia artificial, y la Casa Real tuvo que confirmar que se trataba de Middleton. Después de eso, mucha gente sigue pensando que es falso.

No podemos analizar en este espacio la compleja red de elementos que convergen aquí, quedémonos con lo sustancial: la opinión pública ha asumido implícitamente que la inteligencia artificial es una herramienta con extraordinario poder de manipulación y ha aplicado esa creencia al caso de Middleton, hasta el punto de convertir en inverosímil cualquier explicación posible, por muy creíble que pueda llegar a ser.

He ahí el abismo: instituciones estructurales en crisis y absoluta ausencia de legitimación popular llevada al paroxismo por un cambio tecnológico. Esta mixtura dio lugar a revoluciones en varios momentos de la Historia. No cabría olvidar que algunas veces las revoluciones son de abajo a arriba y otras veces de arriba a abajo. De momento, contamos con síntomas, de esos que suelen pasar desapercibidos.

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