Opinión | Textamentos

Esa cosa con plumas

La paradoja es que hay millones de jóvenes –y no tan jóvenes– que anhelan parecerse a personas del otro lado de la pantalla

Imagen de estudiantes.

Imagen de estudiantes. / EL PERIÓDICO

Raro es el día en que no conocemos por la prensa la muerte de algún o alguna influencer. Una de dos: o son legión, o tienen tendencia a palmarla antes de tiempo. Tanto es así, que se diría que el segundo objetivo de estas personas, después de hacerse famosas, es realizar su último viaje, como si lo primero fuera una circunstancia indisoluble de lo segundo.

La última en caer ha sido Eva Evans, influencer en TikTok y protagonista de la serie Club Rat, una joven 29 años de cuya defunción no han trascendido las causas, lo cual es sospechoso.

Ante esta oleada de fallecimientos prematuros que no abandonan en todo el año las páginas más negras de los periódicos –el listado es interminable–, hemos de preguntarnos si ser influencer constituye una profesión de riesgo. Por lo general son jóvenes, guapos y modernos, rasgos que gustan a las marcas que hacen negocio con ellos, y viceversa. Y sin embargo, bajo esas máscaras de jovialidad y libertad financiera que exhiben en su vida digital, tras esa aparente seguridad y confianza en sí mismos, se esconde otra vida analógica menos idílica y más frágil marcada por el vacío, la depresión y quizá una percepción errónea de la realidad.

La paradoja es que hay millones de jóvenes –y no tan jóvenes– que anhelan parecerse a personas del otro lado de la pantalla que no quieren parecerse a sí mismas y que acaban abandonando este mundo por voluntad propia. No sería errado pensar que los riesgos de fracasar estrepitosamente resultan, a la larga, más llevaderos que los asociados al éxito, sobre todo cuando uno es joven y hace realidad sus sueños demasiado rápido. “Cuidado con lo que deseas... porque puede que se cumpla”, sentencióTruman Capote.

Para su compatriota la poeta Emily Dickinson, “la esperanza es esa cosa con plumas”, una definición en la que también encajaría la felicidad, ave de mal agüero capaz de abandonar al ser humano incluso cuando este ha cumplido sus sueños.

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