Dicho y hecho. Bastó un día para que la queja de los hosteleros de la plaza Mayor lograra la instalación de las farolas que empezó ayer mientras el día anterior comenzaron a ponerse las bombillas en los agujeros de los soportales que se habían convertido en auténticas trampas para el peatón. Si de pedir se trata, convendría una mano de pintura en algunos soportales antes de atreverse a iluminarlos. Serán farolas isabelinas, pero muy modernas las que rodearán el paseo central.