Esto será para muchos la nueva residencia para personas mayores que se está construyendo en el barrio placentino de Ciudad Jardín y cuya construcción está previsto que finalice el día 31 de marzo, un principio o un final.

El principio de una nueva vida para esos mayores que llevan esperando una plaza mientras están solos o con los hijos, o en lugares similares, cuando no quieren ser una carga y buscan un sitio donde comenzar la última etapa de su recorrido vital. Con el miedo en las entrañas a lo que sucederá, esperando ser bien atendidos, cuidados e incluso queridos por esos aún desconocidos, quienes, confían estarán formados para cubrir sus necesidades, aliviando esa mayoritaria soledad y haciéndoles la vida más fácil.

Pero también un final, donde acabarán sus días lejos de su familia, puede que hasta mal atendidos, abandonados o abusados como desgraciadamente cada día más casos ven la luz pública.

También será un principio para esos desempleados, muchos, jóvenes que esperan su primer trabajo, ansiosos por poner en práctica la formación recibida, orientada al cuidado de ancianos. Alrededor de sesenta agraciados podrán formar parte de esta empresa, cuyo currículo será seleccionado de entre otros 6.000 presentados para acceder a puestos de auxiliares de enfermería, enfermeros, limpiadores, servicio de cocina, fisioterapeutas, graduados en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, terapeutas ocupacionales, técnicos superiores en animación sociocultural y turística, geriatra, traumatólogo, sicológo, trabajador social, podólogo, auxiliar administrativo, peluquero y personal de mantenimiento.

La apertura de esta residencia es sinónimo de creación de empleo y a la vez, de la ampliación de plazas para acoger a tantos ancianos, dependientes y no dependientes, cuyos nombres figuran en listas de espera desde hace años, aguardando su turno que depende, por regla general, del fallecimiento de un congénere.

Cuidar de nuestros mayores se ha convertido en un lujo que pocos se pueden permitir. La sociedad no está adaptada a esta conciliación como no lo está con la de los hijos. Es necesario un cambio para que esta disgregación de hogares recupere la posibilidad de que los progenitores vuelvan a formar parte de la familia, como siempre durante siglos. Cuidémosles como ellos nos cuidaron.