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contra de sexta

‘Cuelga el mandil’

El viernes celebramos el Día Internacional de la Mujer otro año más, porque, lamentablemente, sigue siendo necesario.

Con el lema Cuelga el mandil hemos podido ver imágenes de delantales en las ventanas y balcones de muchos hogares, como reivindicación por la visibilidad y reconocimiento del trabajo doméstico y del cuidado a personas dependientes en el hogar, no satisfecho fehacientemente por el Estado a día de hoy. Este símbolo es otra forma de manifestación, silenciosa, especialmente para aquellas que no pudieron estar presentes en alguna de las múltiples manifestaciones y acciones llevadas a cabo durante esta jornada teñida de color violeta.

A lo largo de la pasada semana se ha invitado a participar en un paro general las 24 horas de este día, (por primera vez respaldado por los sindicatos) con el fin de que los hombres ocuparan nuestros puestos ese escaso tiempo, como método de concienciación y ejemplo transformador y tratar de convertir la excepción de esta jornada en rutina compartida entre hombres y mujeres o adquirida por ellos también. Algo teóricamente fácil quizá, pero muy complicado en la práctica, sobre todo en las zonas rurales, ya que, aunque es cierto que si nosotras paramos, se para el mundo y la intención es buena, hay que ponerse en el lugar de quien no tiene a nadie para atender a su madre dependiente, por ejemplo.

Creo que cualquiera puede hacer todo lo que otro hace, sin embargo, la tradición nos ha encasillado en roles férreamente establecidos, que poco a poco vamos cambiando a través de la adquisición de derechos, eso sí, sobre el papel, dado que queda mucho para que se conviertan en hechos reales efectivos, generalizados y aceptados por toda la sociedad y en todos los ámbitos.

El número de mujeres víctimas de violencia de género, doméstica, violadas o abusadas ha aumentado en el último año a pasos agigantados. A día de hoy, la igualdad es la excepción y la desigualdad la norma y esta plaga no cesa, al contrario, la manifiesta involución social alerta del aumento del machismo entre los jóvenes en general y, de forma particular, en zonas desfavorecidas y despobladas como el ámbito rural, donde las posibilidades para las mujeres son menores.

Después de todo, se impone la imperiosa necesidad de una educación general básica transversal y de calidad hacia una igualdad real y práctica.

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