Aunque el origen de la celebración de un día dedicado a ellas se remonte a la civilización griega, la idea de oficializar a nivel institucional un día concreto del año no se produce hasta el siglo XX, cuando Anne Jarvis, al fallecer su madre, propone establecerlo cada segundo domingo de mayo. Su lucha duró años pero, lo que pretendía ser un sentido homenaje de reconocimiento a las madres, terminó corrompido por el sistema al convertirlo en un día casi meramente comercial, determinado por intereses políticos, religiosos, reivindicativos de los derechos de la mujer o populares, que tergiversan su auténtico significado, a pesar de que, en la mayoría de ocasiones coincida alrededor de la primavera, dadora de vida.

Intentar definir su significado es imposible, pues cuando de sentimientos se trata, las palabras se quedan cortas. Porque son tantas la formas que adopta y se expresa, que cercenaría alguna si lo hiciera. Y es que no se puede poner límites a lo que no lo tiene.

Su sombra es infinitamente alargada. Están siempre, hasta cuando no están. El vínculo entre madre e hijo traspasa todo tipo de fronteras. Sin que ello implique que siempre sea absoluto, pues por desgracia la maternidad debe de afrontar diversas, complicadas e incomprensibles circunstancias vitales que los separan, del modo que sea. Más ahora, cuando los mitos alrededor de esta etapa biológica de una mujer y el enjuiciamiento social es hábito y abarca desde el momento en que se decide o no ser madre, su concepción, embarazo, parto, lactancia y posteriores etapas, hasta después de muerta. No, se trata de una conexión que trasciende el sentido común.

La existencia de manuales sobre La buena o exitosa madre, que sentencian características como: "saber comunicarse", "sacar tiempo para ellas mismas" o "tener estabilidad emocional", como si pudieran elegirlo o que dictaminan abnegación y entrega absolutas inscritas en su ADN, no ya una mujer, sino cualquier ser humano, deja de manifiesto la incapacidad de comprensión de lo que supone ser madre.

 La experiencia me ha demostrado que existen tantas madres como mujeres que lo son y que ello no implica dejar de ser quien eres para convertirte en quien se espera que seas, ya que es algo que trasciende los límites de la biología. Porque para serlo solo es imprescindible sentir AMOR. Quienes lo sois sabéis a lo que me refiero y solo deseo que, como hijos, podáis devolverles siquiera la mitad de lo que ellas nos entregan sin esperar nada a cambio, si aún estáis a tiempo. Porque os aseguro que lo son lo mejor que saben.