Fueron esenciales durante el confinamiento y la desescalada, repartiendo mascarillas, batas y alimentos y con el inicio de las vacunaciones se han convertido en una de las dos patas imprescindibles para que esta tarea ingente de vacunar a más de mil personas a la semana, e incluso al día, se esté desarrollando en Plasencia.

Se trata de los voluntarios de Protección Civil, que trabajan en coordinación permanente con los equipos sanitarios. Ángel Carretero es su responsable, un policía local con casi 25 años de servicio que confiesa que este en el recinto ferial «no tiene nada que ver» con ninguno que hubiera hecho antes.

Su tarea consiste en organizar a las personas que acuden a vacunarse, de forma ordenada y con el objetivo final de que la llegada y el paso por la vacuna sea lo más fluido posible y «lo más ágil» para que aquellos que esperan no tengan que hacerlo durante mucho tiempo.

No siempre se consigue y Ángel señala que han ido aprendiendo de los errores. Porque «era la primera vez para todos» y los primeros llegaban en vehículos. Tras los atascos iniciales, decidieron formar varias filas de coches, gracias «a que el recinto es muy amplio».

Después, llegaron a pie y se pasó de la fila india a hacerla en zig zag y ahora, con la llegada del calor, ha comenzado a utilizarse el recinto techado anexo al pabellón de cristal, que también se usa cuando llueve.

«Lo teníamos hablado la médico que coordina a los equipos de vacunación, Esther Artacho, el director de salud del área, Félix García y yo porque hay alguna persona que se ha llegado a marear y lo mejor es hacer un itinerario a cubierto para que quepa la mayor gente posible», explica.

Ángel cuenta con un equipo que nunca le falla, sus cuatro fantásticos, Juan Pablo, Álvaro, Pedro y Amadeo, a los que se suman otros voluntarios que tienen disponibilidad cuando el número de vacunaciones es amplio y se necesita.

Desde las ocho

Ángel recibe la programación de la semana el fin de semana anterior. En ese momento, la pasa al chat de voluntarios para conocer con cuántos podrá contar.

Cuando llega el día, acuden entre las 7.30 horas y las ocho de la mañana, una hora antes del inicio de las vacunaciones, y lo primero es «revisarlo todo, las vallas, las cintas» y se reúne con el equipo sanitario. «La verdad es que tenemos una relación perfecta, muy bien engranada, somos como una pequeña gran familia. Parece que lo llevamos haciendo toda la vida».

Una vez comienza a llegar la gente, les indican que deben llevar en la mano el DNI, la tarjeta sanitaria o, si van para segundas dosis, la tarjeta de la primera. Todo para «agilizar el proceso».

Ganas y miedo

De estos meses de vacunaciones, Ángel destaca que la gran mayoría de los que acuden «tienen ganas de vacunarse, suelen decir que es el principio del fin». Por eso, muchos quieren hacerse fotos para inmortalizar ese momento, «sobre todo la gente mayor, es curioso», cuenta.

Pero también llegan muchas personas «con miedo, temblando, no saben si se van a morir, no quieren que nadie se les acerque». Otros piden consultar con la médico si pueden vacunarse o no porque «tienen alergias o alguna patología».

Afirma que, al final, «la mayoría se vacuna» y él no duda en recomendarlo porque también tuvo dudas. «Yo me puse la primera de AstraZeneca y le consulté a Esther si debía ponerme la segunda de Pfizer o esperar a AstraZeneca. Ella me dijo que confiara en ella y me vacunara y eso dice». Por eso subraya que «hay que tener confianza en el equipo que está ahí».

Ángel destaca además que los enfermeros acuden voluntariamente, como su equipo, que ha asumido esta tarea «con mucha responsabilidad. Es cansado y hasta me sueño con que estoy colocando a la gente, pero está saliendo todo muy bien».