Es como si tuviera una varita mágica y con sus hechizos fuera colocando a los que ella llama sus artistas, la familia que componen una veintena de artistas emergentes. La placentina Teresa Arroyo de la Cruz es su marchante, la encargada de vender sus cuadros, buscarles espacios donde exponer, darles a conocer y ayudarles a difundir su obra. Todo, en parte, gracias al covid.

Porque la pandemia tumbó un proyecto de montar una galería en Madrid con David Rodríguez y Alejandro Rojas y, a la vez, abrió la puerta a algo que no esperaba, empezar a vender arte «desde casa». 

Teresa explica que algunos artistas sufrieron un parón, pero muchos no dejaron de hacer arte y entonces «se empezó a vender por aquí y por allá, se creó un grupo muy grande», el mismo que la contrató después en Espacio Proa, en Madrid, unos estudios donde los artistas son como una familia y donde muchos tienen raíces extremeñas.

Historiadora del arte

«En Madrid hay mucho abuelo extremeño», dice. Ella nació en Zafra, pero se crió en Plasencia, con una madre escultora y recuerdos de la Escuela de Bellas Artes. Pero aclara que ella no es artista sino «historiadora del arte», lo que estudió en Salamanca y Roma. Cuando terminó la carrera, hizo un máster en mercado de arte y tasación y, tras pasar por el Prado y el Thyssen y de catalogar y tasar obras en una subasta, decidió hacer su propio camino.

Escribiendo críticas y reseñas conoció a artistas y empezó a trabajar como comisaria. Esa experiencia ha permitido que pueda ayudar a sus artistas «a moverse, meterse en galerías, hacer exposiciones», incluso un programa de televisión en Twitch. «Hemos roto un poco los esquemas de una galería», subraya.

Le encantaría traer a Extremadura a sus artistas, exponer en Plasencia. Confía en lograrlo pero, de momento, es feliz porque tiene muchos proyectos y «todos los artistas tienen algo, están haciendo cosas». Sus clientes son «gente a la que le gusta el arte, nuevos coleccionistas que apoyan la cultura». Por eso, el futuro «pinta muy bien».