Un vasito de vino diario, y no de cualquier vino, de pitarra. Esa ha sido «la mejor medicina», uno de los secretos de la longevidad de Julián Sánchez Paniagua, que este lunes ha celebrado sus cien años en la residencia San Francisco de Plasencia, a la que llegó en el 2004 y donde tiene «amigos y enemigos», dice entre risas.

Julián es el residente de mayor edad del centro y por eso, su centenario se ha celebrado de una manera especial, con la presencia de familiares como su hija Inmaculada Sánchez y su nieto Sergio Palomero, que sujetaban su mano y le preguntaban «por el oído bueno» para que contestara a los medios de comunicación.

Julián nació el 18 de octubre de 1921 en Guijo de Galisteo y allí vivió toda su vida «arando» en el campo. Tiene tres hijos, cinco nietos y 4 biznietos y «una que viene de camino», cuenta su nieto Sergio. Fue en noviembre del 2014 cuando llegó a la residencia.

Otros familiares que le felicitaron a través de un vídeo le califican como «alegre, vital y chistoso» y la directora del centro, María Teresa Cañadas, destaca que siempre ha sido una persona muy «activa y siempre pendiente de que su mujer bailara».

Porque el baile es otra de sus aficiones y además ha ejercido de jardinero de la residencia, regadera en mano y de repartidor de periódicos, porque le gustaba ir todos los días a la plaza Mayor a por ellos, «aunque lloviera».

Ha recibido muchos regalos, tarjetas de felicitación de sus compañeros de residencia, un sombrero de parte del personal y una placa con la fachada de la catedral, además de una botella de vino extremeño, Habla, que le entregó el alcalde, Fernando Pizarro, que ha retomado así las visitas a las personas centenarias de la ciudad. También acudió la gerente provincial del Sepad, Ana Martín.

No faltaron la tarta y el baile para rematar la celebración, animado por Paco Santos.