Alena Patrakova es rusa y lleva casi 15 años viviendo en Plasencia. Su vecina Alejandra es ucraniana y a las seis de la madrugada del día que comenzó la guerra se estaban llamando para comentar horrorizadas el «tremendo asesinato que están cometiendo contra el pueblo ucraniano». Alena subraya que rusos, ucranianos y bielorrusos, «somos hermanos, estábamos unidos, no entiendo qué pasó en estos 15 años». Lo que sí tuvo claro desde el primer momento es que quería ayudar a quienes «se quedan sin futuro» y ahora es la intérprete de muchos de ellos.

Porque explica que llegan desorientados y sin saber por dónde empezar para regularizar su situación. Ella no solo les está haciendo de intérprete sino que colabora con el ayuntamiento, los servicios sociales, Cruz Roja, Protección Civil y oenegés como Infancia de Nad para conseguirles documentación, escolarización, trabajo o vivienda.

Alena recuerda que esta cadena de ayuda surgió en Malpartida de Plasencia, dado que en la empresa Faramax, «el 50% de los trabajadores son rusos y ucranianos» con familiares en Ucrania. Comenzaron a contactar con ellos para traerlos y organizaron una recogida de mantas y productos, "ayuda humanitaria" que partió en camiones desde el municipio chinato. 

"Intento no ver la tele porque me derrumbo y necesito estar fuerte para ayudar a la gente»

A partir de entonces, la cadena se fue ampliando a familiares y amigos y Alena calcula que habrán llegado ya a Plasencia cerca de 40 ucranianos, entre ellos más de 15 niños. A la mayoría les ha servido de intérprete.

Explica que se están quedando a vivir con sus familiares y algunos con familias de acogida que se han ofrecido, la última, una pareja de El Torno. De momento, ninguna ha necesitado utilizar las viviendas que el Ayuntamiento de Plasencia ha ofrecido, aunque Alena no descarta que se necesiten más adelante, ya que están pendientes de dos madres con tres niños que podrían llegar de Santander en breve.

Generosidad con los refugiados de Ucrania

Si destaca la ayuda prestada desde Malpartida de Plasencia, también hace hincapié en dos colegios que se volcaron desde el primero momento, tanto los padres, como sus directivas, el Madre Matilde y La Salle, a los que otros se han sumado también después. «Los padres, directivos, gente de Plasencia y de las comarcas se implicaron para traernos ayuda humanitaria. Al principio, íbamos a recogerla con nuestros coches particulares, empezó todo como un voluntariado, ha sido muy bonito, muy humano».

Pero además, después de mantener reuniones con el ayuntamiento y haber salido a la luz su solidaridad, Alena afirma que hay personas «que me paran por la calle para ofrecerme su ayuda, ya no sé qué adjetivos poner a tanta generosidad».

"Ser ruso no tiene que ver con la humanidad y el calor humano por la gente que se queda sin futuro».

Y mientras tanto, confiesa que no ve la televisión porque «no lo puedo aguantar, me derrumbo y necesito estar fuerte para ayudar a la gente, tengo que intentar seguir mi corazón y mi conciencia porque ser ruso no tiene que ver con la humanidad y el calor humano por la gente que se queda sin futuro».

Como ella, los que considera «los auténticos héroes de esta historia, las familias de acogida». Antonio Merino y Margarita Pardo, Ana Izquierdo y Rubén Caño, María Santos y Santiago García son algunas, a quienes los refugiados «no saben cómo agradecer, están muy contentos, les brillan los ojos y lloran de emoción porque la gente tiene un gran corazón». Como ella, que estará «ahí para cualquiera que me llame y me pida ayuda».