La Junta de Extremadura, desde sus Consejerías de Sanidad y Servicios Sociales e Igualdad y Cooperación para el Desarrollo ha emitido un comunicado de alerta sobre sumisión química premeditada, a través de pinchazos para incapacitar a la víctima.

Lo que nos faltaba. Si no teníamos bastante con la escopolamina (burundanga), ahora llegan el GHB o éxtasis líquido, benzodiacepinas (ansiolíticos), LSD y ketamina o vaya usted a saber qué droga para lograr su objetivo. Que, si bien no asegura la agresión, lo que sí consigue es alterar nuestra tranquilidad, que no es más que otra forma de control que pone en riesgo nuestra seguridad, manteniendo de forma prolongada en el tiempo y, por tanto, insana, ese estado de alerta propio del miedo, que sólo deberíamos de sentir en situaciones puntuales de legítima defensa por instinto de supervivencia, lejos ya de eras en las que no estarlo suponía la diferencia entre la vida y la muerte, a manos de salvajes y hambrientos depredadores al acecho, para cazar a su presa. ¿Será que no han cambiado tanto sus instintos más básicos?

Todas las acciones están enfocadas en tratar la consecuencia, como la privación de libertad que el propio miedo ya ejerce sobre nosotras, cuando nos indican que debemos de protegernos: evita andar sola, comparte tu ubicación, no bebas demasiado,…, o, informarte de las medidas a tener en cuenta tras una agresión, cuando ya es demasiado tarde, en lugar de erradicar de raíz el verdadero origen del problema y dar con la solución, que bien podría ser: una correcta educación temprana de base, imprescindible para frenar en seco el mínimo atisbo de amenaza contra otro ser humano y sus cada vez más aberrantes formas de sumisión y/o abusos, en este caso concreto, de varones hacia mujeres. Para conseguir lo realmente importante y razonable: que nos traten como a iguales, ni más ni menos y no se les pase por la cabeza idear inventos para someternos a su antojo.

Porque cuando NO es NO, el resto sobra y todo lo demás es responsabilidad de quienes se atreven a creer que, para mantener relaciones sexuales han de firmar un contrato, cuando la realidad es que no distinguen la evidente diferencia entre sexo consentido y violación.

Mientras el foco se centre en el efecto y no en la causa seguiremos padeciendo y maltratando la verdadera cuestión, incapaces de hallar una correcta solución.

Eduquemos en casa en igualdad, pues de la sociedad en general depende la erradicación de cualquier forma de violencia, incluso, aunque la justicia sea tan ciega como para no ver lo obvio y permita que esta situación se mantenga en el tiempo, sin medidas ejemplares que, al menos, palíen las ganas de llevar a cabo agresiones como estas.