La despoblación en las zonas rurales progresa y en esta escalada no sólo los bancos abandonan los pueblos dejando huérfanos a los ciudadanos, en su mayoría, de edad avanzada; sino que otros establecimientos dejan de ofrecer servicios antes la falta de vecinos. Este es el caso de las farmacias.

En Extremadura, una treintena de boticas no pueden subsistir sin ayudas públicas porque se encuentran en poblaciones de menos de mil habitantes.

El Carrascalejo, el pueblo con menos habitantes de la provincia de Badajoz, no hay farmacia. Para comprar medicamentos sus 20 vecinos deben desplazarse cuatro kilómetros a la más cercana: está en Aljucén, pero también tiene los días contados porque su propietaria, María del Mar Calvo, se jubila el próximo año.

Junto a estos ejemplos, localizamos a 24 farmacias en la provincia de Cáceres en esta situación y cuatro en la de Badajoz. Todas situadas en localidades de menos de 600 habitantes. 

Desde 2019 cuatro pueblos extremeños se han quedado sin farmacia: Alcollarín, Aldehuela del Jerte, Carmonita y Villar de Plasencia.

La dificultad para sobrevivir no sólo se debe a la escasez de vecinos, sino a que la población está envejecida y solo adquieren en las boticas las recetas y ningún artículo de parafarmacia, que permite a estos establecimientos subsistir.

680 farmacias en Extremadura

Extremadura cuenta con 680 farmacias, 400 en zonas rurales (120 en Cáceres y 80 en Badajoz). Con estos datos, se sabe que desde 2019 cuatro pueblos extremeños se han quedado sin farmacia: Alcollarín, Aldehuela del Jerte, Carmonita y Villar de Plasencia. En estos municipios, el servicio se cubre con el desplazamiento de un farmacéutico de otro pueblo cercano varios días a la semana, lo que se conoce como botiquín.