La Guerra Civil, de la que hoy se conmemora el 70 aniversario, causó un millón de muertos. En la península, primero de esta lista ominosa fue un extremeño: José Rodríguez-Medel Briones, nacido en Siruela y comandante de la Guardia Civil, a cuyo mando estaba la Comandancia de Navarra el 18 de julio de 1936. Lo mataron ese mismo día, cuando la sublevación apenas había prendido en Melilla, Canarias y Andalucía. Lo mataron junto a la Comandancia, en la calle Ansoleaga de Pamplona.

Era por la tarde. Momentos antes, el comandante Rodríguez-Medel había arengado a las fuerzas de la Guardia Civil reunidas en el patio de armas. Les había pedido lealtad a la República y les había recordado que el Instituto Armado siempre había estado al lado del gobierno instituido. La historiadora Isabel de Andrés Sánchez, en el número 10 de la Revista de Estudios Sociales, de la UNED, publicado en 1997, se detiene en este episodio trágico de la Guerra Civil, que inaugura la lista de bajas, y señala que la arenga del comandante no produjo los efectos deseados. "Rodríguez-Medel no calculó la reacción de sus hombres, imbuidos del sentir de la ciudad", señala en el citado artículo.

En efecto, cuando terminó su discurso, el jefe de las fuerzas de la Guardia Civil en Navarra salió de la Comandancia con la intención de dirigirse al Gobierno Civil. Y cuando trataba de ganar la calle recibió un tiro por la espalda que acabó con su vida. El disparo lo oyó el coronel Beorlegui, uno de los edecanes del general Mola, que era cabecilla de la sublevación y jefe militar de Pamplona, adonde había sido destinado como "castigo" por Azaña.

Emilio Mola, aquella tarde del 18, había mandado a Beorlegui a que detuviera al siruelano porque, en una conversación anterior, Rodríguez-Medel le había comunicado su intención de defender el orden constitucional y de cumplir las órdenes del Gobierno, que consistían en trazar una línea con los guardias civiles para aislar Navarra, afecta al golpe militar, del resto de España.

El disparo que mató al comandante lo oyó Beorlegui cuando se dirigía a cumplir su misión de arrestarlo. Ante el cadáver, se hizo cargo de la situación y ordenó detener a dos oficiales de la Comandancia de la Guardia Civil, Martínez-Friera y Fresno Urzáiz, como responsables del asesinato. Pero más tarde, cuando Beorlegui, ya en su calidad de jefe del Orden Público, hizo que se levantara acta de lo ocurrido, impuso que figurase como causa de la muerte la de "hemorragia interna". Nada de un disparo.

José Rodríguez-Medel había llegado a su destino en Pamplona apenas mes y medio antes y precisamente por su lealtad a la República: el Gobierno, preocupado por los movimientos sediciosos en Navarra, que alentaba Mola, hizo que el extremeño, destinado en Madrid, ocupara la jefatura de la Comandancia de Navarra. A pesar de que Pamplona había sido su ciudad de adopción, porque en una época anterior allí fue donde conoció a su esposa, a Rodríguez-Medel no le gustó el destino. Pensó, sin embargo, que sería provisional y por esa razón no trasladó a su familia. Pero la guerra cobró con él su primera factura de muerte. Y allí siguen sus restos,. enterrados en una lápida sin nombre.

(Más información en wikimedia.org)