A Rafael Mancebo Sánchez-Marín

Pasan los días, veo los ojos de ese azul inmenso mar, los que tú y yo no heredamos, pero, a los que tanto miramos, y descubro en ellos, al fondo, una nube con tu nombre: Rafael.

Por eso sé que estás, que sigues aquí, en la mirada de nuestra madre, en los silencios de nuestro padre, en el recuerdo de tus hermanos, en los gestos de tus sobrinos, en los libros colocados en las mismas estanterías donde los dejaste y que siguen reposando, esperando que vuelvan a ser leídos por ti. Tus dibujos, tus maravillosos dibujos, tu gran pasión que, nunca pudiste exponer, te faltó tiempo, aunque no sabías que lo tenías tan contado. A ti, que quisiste vivir deprisa, que te creías chico duro y la vida se puso difícil, pero encontraste el camino y lo estabas disfrutando, que lo merecías por luchador y constante, por saber levantarte una y otra vez.

Por repentina y joven, por brutal y dulce, por no avisar, duele. Duele no volver a verte, hablarte o tocarte, compartir, escucharte-

Sigo esperando que vuelvas de Escocia, o de tal vez de cualquiera de esos sitios donde planeabas ir.

Y así es, porque eres libre, más libre que nunca. Cenizas en esta tierra extremeña a la que tanto quisiste y ahora enraizado en ella. Volaron y con ellas las lágrimas de todos los que te queremos.

Después del tiempo transcurrido he tenido el valor de hacerte este humilde homenaje, me duele, y se que dolerá a otros, pero un ser tan especial como tú se merece estas palabras, y que no quiero que haya un solo día de mi vida en que no estés presente, y que tu nobleza y fidelidad a todos los que querías, forme parte de mí como lo fue de ti.

Te quiere, tu hermana Carmen.