Actos de la patrona

La presentación de los niños a la Virgen, hoy en Cáceres

Así es el acto más simbólico del Novenario

Imagen captada ayer en la concatedral de Santa María de Cáceres.

Imagen captada ayer en la concatedral de Santa María de Cáceres. / Carlos Gil

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Nueva cita la que mañana tienen los cacereños con la patrona en uno de los actos más simbolicos del novenario: la presentación de los niños nacidos durante el año a la Virgen de la Montaña. Ante ese manto desfilaron el año pasado 137 pequeños (aunque acuden de todas las edades)-

Es una tradición masiva y emotiva (surgió de forma espontánea hace años) que comenzará en torno a las cuatro y media de la tarde, impartiendo primero el agua bendita en el templo como recuerdo del bautismo, seguido del desfile de los pequeños en brazos de sus padres ante la Virgen, situada en el presbiterio. Los niños pasarán por el manto protector de la patrona mientras la autoridad religiosa les hace en la frente la señal de la Cruz.

El día se cerrará con otro momento estelar a las diez de la noche durante la misa por la Asociación Cultural Coro Rociero de Cáceres a partir de las diez de la noche.

El año pasado fue un día inolvidable, después de que la patrona portara el manto número 29, justo el que lució la talla el día del bombardeo. Pocas veces han tenido los cacereños la oportunidad de ver esta prenda magnífica, de damasco rosa, tejida con hilo de seda y plata, que lleva aplicaciones de encaje e hilos de plata.

Cuentan que en la guerra civil bajaron del santuario a la Virgen de la Montaña y la dejaron «durante largo tiempo» en Santa María. Allí, en el presbiterio de la concatedral, ante el retablo mayor plateresco del más importante templo cristiano de la ciudad, los cacereños iban en masa a pedir para que llegara la paz. Tiempos de incertidumbre y de batalla que hicieron temblar a Cáceres un 23 de julio de 1937.

Sobre las 9.30 de la mañana de ese día, en plena contienda, cinco aviones republicanos sobrevolaron Cáceres descargando 29 bombas que dejaron 34 muertos y 78 heridos, la mayor parte de ellos personas civiles. Solo fallecerían dos militares. Los aviones, que habían despegado de la base aérea de Los Llanos en Albacete, eran conocidos como Katiuskas, bombarderos de fabricación soviética que utilizarían la guerra española como campo de pruebas. Al igual que lo hicieron los temidos Caproni 310, de fabricación italiana, o los Stukas alemanes, que fueron utilizados por el bando rebelde.

Las autoridades militares, al tanto de un posible ataque aéreo, habían dispuesto alarmas y lugares para ser usados como refugios antiaéreos, que no fueron suficientes ni eficaces para frenar los efectos del bombardeo. Entre los fallecidos había ocho niños y 26 adultos que representan la irracionalidad de la guerra, según relata con acierto el cronista oficial de Cáceres, Fernando Jiménez Berrocal.

El bombardeo no cambió el rumbo de la contienda, ni afectó a supuestos objetivos como el Gobierno Civil, la Audiencia Territorial o el Cuartel Infanta Isabel. Desde el punto de vista operativo, «el ataque fue una perfecta chapuza». Cayeron bombas en la Ribera del Marco, en las afueras de San Blas o en mitad del barrio monumental. Solo en la plaza de Santa María hubo 20 muertos. Estas últimas serían las más letales junto a las caídas en el entorno de la plaza Mayor y la calle Nidos. Frente a los grandes edificios que se destruyeron, como el palacio de Mayoralgo o el propio cementerio municipal, el principal perdedor de aquel trágico bombardeo sería la población civil, como en todas las guerras.

Tanto es así que -cuenta Berrocal- «se abrieron suscripciones públicas para ayudar a los que habían perdido casi todo. El aparato de propaganda del régimen franquista utilizaría el hecho para señalar la atrocidad producida por el ejército del Frente Popular. Para las víctimas no había patrias ni bandos que justificasen la destrucción de vidas y enseres. Para ellas, la guerra continuó siendo sinónimo de dolor, muerte y luto».

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