TMte da miedo la disyuntiva que se están planteando algunos países. Armar o no armar. Esa es la cuestión que dilucidan ciertos líderes del mundo en relación con los opositores a Gadafi . Los rebeldes pierden posiciones, son un blanco fácil. Así rezan las crónicas que nos llegan desde Libia, pero la cuestión es si armar al pueblo es la mejor opción. El corazón me dice que sí, que los ayudemos a defenderse, pero la cabeza me lleva a la posición contraria. Y es que me temo que en las armas no está la solución, y no por compartir el temor de EEUU de que caigan en manos no deseadas como ya ocurrió en Afganistán. No recuerdo qué político ha dicho que sabemos contra quién luchan pero no a quién apoyan. La sombra del radicalismo islámico planea sobre occidente. Pero no es eso exactamente lo que me preocupa, sino el peligro que conlleva entregar armas a la gente. Personas campando por sus respetos con ametralladoras, rifles o cualquier otro tipo de armamento, lleva al descontrol y al incremento de la masacre. Me dan miedo los civiles armados. Multiplica las represalias y eterniza los conflictos. Comprendo que no entiendo mucho de estrategias, pero la entrega de armas no me parece la mejor opción para ayudar al pueblo libio.

Una vez que ya están en marcha las operaciones para imponer la zona exclusión aérea, es mejor que, antes de tomar cualquier decisión en ese sentido, se deje trabajar a la política para evitar el suministro al régimen de Gadafi y la actuación de los mercenarios. De hecho, ya se ha constituido un grupo llamado de contacto que asumirá la dirección política de la acción sobre Libia. Dejemos que se pongan en marcha, esperemos a que dé sus frutos, y no nos lancemos a tirar por la calle de en medio, repartiendo armas a diestro y siniestro. Me da miedo.