El deseo es una caja negra cada vez menos negra. Desde los informes del pionero en investigación sexual Alfred Kinsey a los estudios de la sexóloga Shere Hite, a lo largo del siglo pasado fueron muchas las aproximaciones que se llevaron a cabo sobre el mecanismo que activa la pulsión sexual.

Y si bien ninguno de esos retratos fue definitivo y aún sigue habiendo agujeros negros en el universo del placer, no es menos cierto que cada vez sabemos mejor de qué hablamos cuando hablamos de excitación.

Internet ha cambiado las reglas del juego: ha puesto a disposición de hombres y mujeres de todo el planeta, a golpe de clic y desde la intimidad de sus hogares, un torrente de contenidos sexuales que hace apenas dos décadas habría resultado inimaginable.

Sin perjuicio de que esta ingente oferta haya podido acabar influyendo en la forma de actuar de la demanda, la red aporta una gran ventaja a la hora de conocer los gustos de la gente en lo tocante a la entrepierna: las búsquedas revelan inclinaciones y anuncian tendencias. Podemos mentir en una encuesta callejera sobre hábitos sexuales, pero a Google no hay quien le engañe.

Advertidos de esta circunstancia, Ogi Ogas y Sai Gaddam, neurólogos especializados en informática de la Universidad de Boston, se plantearon el reto de trazar un detallado mapa del deseo sexual tomando como guía las webs porno que los internautas visitan con más asiduidad, las secciones en las que pasan más tiempo y las peticiones relacionadas con el sexo que hacen a los buscadores más frecuentados.

Trataban de descubrir qué busca realmente la gente que entra en internet empujada por la excitación, para lo que rastrearon 400 millones de visitas a contenidos pornográficos y accedieron a las consultas realizadas por motores de búsqueda como Google, Yahoo!, MSN y Bing.

El resultado lo volcaron en un libro, A billion wicked thoughs (Mil millones de pensamientos perversos), que se anuncia como "el mayor experimento hecho nunca sobre el comportamiento humano".

Como mínimo es el retrato más fiel que se ha trazado jamás acerca de ese oscuro objeto de deseo llamado internet, y aporta algunas sorpresas: en contra de la imagen más difundida del porno, que lo asocia a actrices y actores de cuerpos espectaculares, los vídeos más demandados en la red son los protagonizados por personas de aspecto común en producciones caseras de escasa calidad.

Ganan las mayores de 40

De igual modo, frente al canon de la mujer delgada y joven que venden las revistas de moda y la industria del porno tradicional, el internauta varón heterosexual de mediana edad --perfil mayoritario del usuario de este tipo de páginas-- prefiere gastar su tiempo y su dinero en vídeos de mujeres gruesas de edad avanzada.

Un dato revelador: el estudio se topó con 500 páginas X dedicadas a mujeres mayores de 40, frente a solo 182 webs protagonizadas por jovencitas de aspecto delgado. En el buscador de contenidos para adultos más visitado de la red, Pornhub, la palabra más solicitada es "mamás".

En las producciones pornográficas es habitual el desprecio al argumento, frente a la atención que suelen acaparar los planos de sexo explícito. Sin embargo, el tráfico de descargas de este tipo de páginas revela que el contexto es más importante que la carne. Los investigadores descubrieron que los vídeos que anuncian relaciones de infidelidad entre sus protagonistas (con epígrafes del tipo mujeres que ponen los cuernos a sus maridos o esposos que comparten sus parejas con el vecino) tienen una enorme demanda. Al parecer, el morbo atrae más que el porno.

Jorge Sánchez, titular del portal voayeurs.com, confirma este dato. "El mismo vídeo tiene un éxito diferente dependiendo del título que le pongamos. Si lo presentamos como una relación entre una tía y su sobrino o una madre y su hijo, el tráfico se dispara", revela este webmaster nacido hace 32 años.

En su página, que recibe diariamente una media de 250.000 visitas, triunfan los vídeos de