porno amateur y los de cámara oculta. "A la gente le excita pensar que el acto que ve en la pantalla es real, no fingido", señala Sánchez. Ante el éxito que alcanzaron en su menú los clips de mujeres de edad avanzada, él y sus cuatro socios lanzaron la web xmaduras.com. Hoy es la joya de su corona: tienen 280.000 visitas diarias.

¿El éxito de estas producciones alejadas del patrón de la gran industria del porno revela algo acerca de los gustos sexuales del personal?

"La gente busca porno en internet por idealización o por identificación. A los primeros les atrae la pornografía profesional. A los segundos, lo amateur. Pero lo que mueve el interés por mirar en ambos casos es la fantasía, que en el ser humano no tiene límites", razona el sexólogo Xud Zubieta.

En opinión de Eva Roy, autora de Verdad y mentiras en el sexo, "en internet, además de excitación, viendo situaciones que ni se nos ocurrirían o nos escandalizan, aprendemos; somos testigos del lado oscuro del ser humano".

La red es cada día menos escaparate y más punto de encuentro, y su vertiente libidinosa parece estar mutando de feria de muestras de la industria del porno a zoco de internautas excitados que buscan identificarse con lo que ven, mientras dan rienda suelta a sus analógicas fantasías sexuales.

Prueba de esa transformación es el precio que alcanzó el año pasado la subasta del dominio sex.com: los 9 millones de euros que se pagaron por él eran mucho menos de los que sus propietarios esperaban obtener.

2.700 millones de euros

Aunque ya no tiene el peso que tenía, la pornografía sigue siendo uno de los grandes motores de internet, donde mueve anualmente 2.700 millones de euros. Se calcula que cada segundo hay 2.000 usuarios viendo contenidos para adultos en webs que suman el 12% de la oferta del ciberespacio.

El informe de Ogas y Gaddam llama la atención sobre esta comparación: en 1991, en los quioscos de Estados Unidos se podían encontrar no más de 90 revistas porno diferentes; hoy en la red hay 370 millones de páginas dedicadas a este tipo de contenidos.

"Semejante oferta está cambiando las prácticas sexuales de la población. Por un lado, se persigue más la gratificación inmediata, con el riesgo de caer en la adicción. Por otro, la red ha permitido acceder a sexo a personas con escasa facilidad para las relaciones sociales y ha puesto en contacto a gente con aficiones poco frecuentes. Internet es el edén de las minorías", destaca Zubieta.

A los autores de A billion wicked thoughs no se les ha pasado por alto el factor género. Hombres y mujeres nos relacionamos de forma diferente con el sexo en general y el porno, en particular, y esto se refleja en las búsquedas que unos y otros hacemos en internet. Frente a la afición masculina por la visualización de vídeos de sexo explícito, los investigadores descubrieron que solo una de cada 50 mujeres se animaba a contratar servicios de pago para acceder a este tipo de clips. Por el contrario, nueve de cada 10 mujeres que teclearon en sus buscadores algo relacionado con el sexo, en realidad trataban de dar con contenidos de tipo narrativo, como relatos eróticos o románticos.

Ogas y Gaddam deducen que "el cerebro masculino se asemeja a una máquina que se excita con un simple estímulo, por ejemplo ver la foto de unos pechos. En cambio, la mujer necesita varios estímulos a la vez y puede procesarlos simultáneamente".

Eva Roy tiene objeciones a esa conclusión: "A nosotras también nos pone mucho ver según qué cosas y qué cuerpos. Que el visionado de porno no supone un incentivo erótico para las mujeres tiene que ver con el tipo de películas X que se seleccione", advierte la experta en sexo.

Para la mujer es difícil encontrar interés en una oferta que en su inmensa mayoría ha sido pensada para los hombres. El sexo femenino en internet aún parece tener camino por recorrer.