El papa Francisco ha elegido como su nuevo Secretario de Estado, su mano derecha, a un hombre con una gran bagaje diplomático, el italiano Pietro Parolin, que desde 2009 era nuncio de Venezuela y que conoce perfectamente como funciona la Curia romana. Francisco cumple con la tradición de sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI, de que un papa no italiano nombra a un italiano como secretario de Estado, un cargo que equivale al de primer ministro.

El papa argentino ha optado por un italiano, pero que conoce el mundo ya que ha estado al mando de varias nunciaturas (embajadas de la Santa Sede), pero además desde 2002 a 2009 fue subsecretario de la Sección para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado. Además Parolin a sus 58 años será el segundo secretario de Estado más joven de la historia de la Santa Sede, detrás del cardenal Eugenio Pacelli (que después se convirtió en el papa Pío XI) que fue nombrado con 53 años.

Parolin nació en la localidad de Schiavon, en la región del Veneto, en el norte de Italia, en 1955, y quedó huérfano de padre a los 10 años, por lo que su madre tuvo que criar sola a sus tres hijos. A los 14 años entró en el seminario, fue ordenado sacerdote en 1980, dos años más tarde llegó a Roma para estudiar Derecho Canónico en la Pontifica Universidad Gregoriana y posteriormente entró en la academia que forma a los diplomáticos del Vaticano.

ROMA Parolin consigue licenciarse en 1986 y comienza su trabajo en las nunciaturas, primero en Nigeria y luego en México hasta 1992 cuando regresa a Roma a la Secretaria de Estado que guiaba Angelo Sodano. En Roma se ocupa también de dirigir en este periodo Villa Nazareth, una institución benéfica que se ocupa de la formación de jóvenes sin recursos económicos.

En 2002 es nombrado subsecretario de Relaciones con los Estados (el ministerio de Exteriores) y en estos años sigue directamente las negociaciones con el Gobierno de Vietnam, consiguiendo reabrir las relaciones diplomáticas con este país, así como también el dialogo con Israel y las aún no resueltas cuestiones jurídicas con este país.

También se debe a su gestión, la carta que Benedicto XVI escribió en 2007 a los católicos chinos y en el que se intentaba llegar a un acuerdo con el Gobierno sobre el nombramiento de obispos.