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Vida contemplativa: el derecho a la pereza frente a la sociedad de la hiperproductividad

Tener tiempo para no hacer nada puede ser la clave para producir mejor y ser más eficaces en nuestras actividades laborales y personales

Vida contemplativa: el derecho a la pereza frente a la sociedad de la hiperproductividad.

Vida contemplativa: el derecho a la pereza frente a la sociedad de la hiperproductividad. / Pexels

Cristina Andrade

“La inactividad tiene su lógica propia, su propio lenguaje, su propia temporalidad (...). No es una forma de debilidad, ni una falta, sino una forma de intensidad que, sin embargo, no es percibida ni reconocida en nuestra sociedad de la actividad y el rendimiento”. Así describe el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, en su libro Vida Contemplativa (Taurus, 2023), la situación de hiperproductividad y ritmo frenético en la que se encuentra sumergida la sociedad actual y, reivindica, de este modo, el derecho a no hacer nada.

En otro de sus libros, La sociedad del cansancio, el pensador surcoreano afirma también que “la sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento”. Y no le falta razón: nos pasamos los días, las horas y los minutos optimizando al máximo nuestra vida para no perder ni un solo instante. El aburrimiento o la pereza, ahora se perciben como símbolos de fracaso y han sido desterrados de los calendarios y rutinas para dar paso a la cultura de la ocupación. Pero, ¿qué significa esto? 

Isabel Aranda, psicóloga del trabajo y vocal del Colegio de la Psicología de Madrid, explica que “hay una tendencia, una opinión pública generalizada, sobre el hecho de que lo importante es estar siempre activo, siempre haciendo cosas, y que cuantas más haces, más vales”.

La experta argumenta que, como sociedad, tenemos asociado “el hacer muchas actividades y estar plenamente ocupados con el éxito”, mientras que, por el contrario, “el no tener nada que hacer, da una percepción de fracaso y desconexión”. “Sentirnos productivos nos da una sensación de satisfacción que, a menudo, nos hace decir que sí a todo, sin tener en cuenta dónde están nuestros límites”, subraya.

Para entender este fenómeno es necesario tener en cuenta tanto el factor cultural como el individual: “Nosotros pensamos culturalmente que el que está sin hacer nada es un vago”. Desde hace algún tiempo, este pensamiento se ha visto reflejado en el ámbito laboral, por ejemplo, con preguntas recurrentes como qué has hecho durante el fin de semana o qué planes tienes para las vacaciones que promueven, precisamente, esta llamada cultura del rendimiento. “Parece que tienes que tener una agenda de actividades tremenda durante el fin de semana y, si no, no tiene sentido”, argumenta Aranda.

Reivindicar la pereza

Byung-Chul Han llegó a la conclusión de que la vida contemplativa es más activa que cualquier hiperactividad, pues esta última representa precisamente un síntoma del agotamiento espiritual. “La verdadera vida comienza en el momento en que termina la preocupación por la supervivencia, la urgencia de la pura vida. El fin último de los esfuerzos humanos es la inactividad”, manifiesta el filósofo asiático.

Vida contemplativa: el derecho a la pereza frente a la sociedad de la hiperproductividad.

Vida contemplativa: el derecho a la pereza frente a la sociedad de la hiperproductividad. / PEXELS

Isabel Aranda completa esta idea y remarca que aprender a decir que no es una tarea pendiente para una gran parte de la sociedad que, a día de hoy, se ve arrastrada por la corriente de hiperproductividad en su rutina diaria. En esta línea, insiste en la importancia de establecer límites para no saturarnos e incide en que debemos “permitirnos no hacer nada”. Dedicar tiempo al descanso y a dormir bien, llevar una dieta equilibrada y sana, y realizar actividades que aporten energía tanto a nivel físico como mental (deporte, yoga, mindfulness), entre otras cosas, ayuda también a encontrar la armonía cotidiana. “Es una cuestión de equilibrio”, subraya.

Los especialistas determinan que las personas son más productivas y tienen mejores ideas cuando están ociosas. “La mente funciona muchísimo mejor cuando le damos tiempo de parada”, reconoce Aranda. La psicóloga expone que es fundamental “dignificar y valorar el tiempo libre”, ya que considera que es absolutamente imprescindible contar con momentos en los que no haya nada programado. 

Por otro lado, destaca que “no tener tiempo libre es un error” y señala que la clave es establecer un ritmo de paradas, que no obligue a nada, con una pausa de al menos diez minutos que proporcione un descanso físico y mental: “Sería maravilloso darnos el permiso para dedicar tiempo a observar un árbol o simplemente tumbada con los ojos cerrados”. Estos momentos de inactividad proporcionan beneficios al equilibrio personal y al desarrollo de las competencias cognitivas, estimulando la creatividad y ayudando a fortalecer el pensamiento estratégico y divergente.

Ociofobia

A pesar de las múltiples ventajas que ofrece la vida contemplativa, muchas personas sienten miedo o angustia al pensar simplemente en el hecho de tener tiempo libre. Este fenómeno, llamado ociofobia, se manifiesta con un vacío ante la ausencia de obligaciones o actividades planificadas lo que lleva a las personas que lo sufren tratar de rellenar impulsivamente esos intervalos temporales, excediendo a veces sus propias capacidades.

“El ser humano tiene miedo al vacíohorror vacui en latín”, esclarece Aranda. Precisamente el miedo, sumado al exceso de productividad, es lo que hace que estemos en una búsqueda constante de actividad sin medida y no seamos capaces de detenernos y reflexionar.

En una sociedad donde cada día la ociofobia está más presente, los expertos aconsejan contar con tiempos de descanso y hacer pausas para relajarte. Aprender a “perder el tiempo” sin sentirnos culpables evitará momentos de ansiedad y agotamiento. Isabel Aranda puntualiza, a este respecto, que hay que saber diferenciar entre el hacer cosas y ser productivo: “En España necesitamos clarificar mucho lo que es hacer cosas productivas que tengan sentido”. “Una cosa es no hacer nada productivo y otra es no tener tiempo libre que es diferente”, concluye.