Se nos ha ido Pepe y no podemos por menos que derramar una lágrima. Los peluqueros son una raza maravillosa, magos que logran levantar tu autoestima, guardar tus secretos, rasurar tu barba, cubrir tus canas y hacer escultura en tu cabeza. Pepe regentó durante muchos años la peluquería de caballeros de la calle Reyes Huertas, con sus sillitas de bambú y su Periódico Extremadura siempre sobre la mesa. En las estanterías, las brochas, el jabón, los botes de Floyd y Varón Dandy, sus navajas con las que hacía virguerías... y aquellos inolvidables sábados por la mañana en los que los clientes se agolpaban y él, siempre amable y diplomático, te estrechaba la mano y te daba conversación.

José González Parra se jubiló en 2011 y su negocio fue todo un emblema de la peluquería, a la que se dedicó durante 53 años (empezó a los 12, tenía 72, y aprendió el oficio junto a su padre Alberto y su tío en la barbería que tenían muy cerca de la plaza de toros). Casado con Teresa Montes Macías, era yerno de la famosa saetera Teresa la Navera, y tenía dos hijos, Alberto y María.

Conoció Pepe todos los cambios de un mundo competitivo que inició en aquellos tiempos en los que por el corte y el afeitado se cobraban dos pesetas. En su jubilación recordaba precisamente a este diario su etapa con Ricardo Cavallé en la estación de autobuses, donde empezó otra vida tras su primer trabajo, o el periodo en Milor, primer salón de peluquería para hombres que tuvo la ciudad en la calle San Pedro.

Con Pepe se va una generación de peluqueros que hacían de psicólogos, que sabían escuchar al cliente. La misa para despedirlo se celebra hoy a las cuatro y media de la tarde en la capilla del tanatorio San Pedro de Alcántara. Entretanto aquí lo echaremos mucho de menos.