"Muy emocionado" asegura sentirse Domingo Barquilla García por el homenaje del que será objeto el próximo domingo. A sus 87 años, Domingo no recuerda con exactitud los años que trabajó en las minas cacereñas, pero lo que sí recuerda con total claridad es que el trabajo "era muy duro", que la vida en las minas "era muy difícil" y que estando allí "parecía que estabas en una prisión".

Pero ahora, saber que será uno de los mineros a los que se rendirá homenaje en el séptimo festival flamenco de las minas de Aldea-Moret "me hace sentir muy bien", "muy contento y emocionado", dice, de que se les reconozca la dura labor que realizaron entonces.

El entró en las minas con 18 años y le destinaron a la fabricación de ácidos. Uno de sus hermanos, que era barrenero en la mina, evoca entre sus recuerdos, "me llevó abajo, pero enfermé por un catarro y volví arriba, a la fabricación de ácidos". Su hermano, recuerda, murió de silicosis, "todos morían de silicosis", dice con tristeza, aunque los médicos que había allí solían poner en los partes de defunción otras causas de la muerte, como pulmonía".

Cuando salió de la mina, por el cierre, se marchó como hicieron otros muchos mineros de Cáceres, a Alemania, donde trabajó con grúas. Pero volvería a Cáceres, al que había sido siempre su barrio y aún sigue siéndolo, Aldea Moret, y de vuelta en la ciudad trabajaría como jardinero, en la Universidad Laboral, hasta su jubilación.

Su homenaje lo compartirá, "enormemente feliz", con su mujer, una brocense que llegó a Cáceres con tan solo 13 años para trabajar, y con toda su familia, una gran familia de siete hijos --seis chicas y un chico--, 15 nietos y cuatro biznietos.