"Hemos estado dos años intentando resucitar el Carnaval, pero seguir insistiendo es forzar la máquina". Son las palabras de la concejala de Dinamización, María José Casado, sobre un Carnaval que parecía estar condenado a perderse desde hacía tiempo y que este año da los primeros pasos hacia ese destino.

La relación de Cáceres con el Carnaval ha estado repleta de altibajos. Muy atrás quedan los años en los que más de 12 agrupaciones y comparsas participaban en los concursos de canciones y disfraces, los años de desfiles multitudinarios; de los pregones de Sabina, Umbral o Figuerola Ferreti, o de las orquestas y los bailes de madrugada en la carpa de la plaza Mayor. Quedan muy atrás pero existieron en torno a los años 80 y 90, la época que los aficionados a esta fiesta recuerdan con nostalgia.

A a medida que se se acercaba el nuevo milenio el fragor de la fiesta fue decayendo y Cáceres comenzó a ver el desfile desde los límites de la calle, a guardar los disfraces en lo más profundo del armario y a hacer gala del Carnaval de miranda del que hablaba el concejal de Festejos de la anterior legislatura, Teodoro Casado, cuando ya empezaba a hacer aguas la fiesta.

Aún así, una docena de comparsas y algunos aguerridos de esta fiesta seguían vistiendo cada febrero de color, en los primeros años del siglo XXI. Después las comparsas comenzaron a desaparecer, al menos de las calles de la ciudad, en busca de destinos más atractivos. En 2007, el número de comparsas se había reducido a cinco. En 2008 apenas quedaban tres y el año pasado ninguno de ellos desfiló en Cáceres en el último intento por salvar el Carnaval. La propuesta de potenciar su identidad medieval con un desfile en al ciudad monumental, trajes de época y fiesta en el palacio de los Golfines tampoco suscitó demasiado interés. Este es el resultado.