La llegada de la democracia trajo consigo la aparición de algunas asociaciones que estaban destinadas a favorecer la participación política de los ciudadanos al margen de los partidos. Era una manifestación de la necesidad de que la sociedad civil estuviera presente en la gestión de los fondos que ella misma proporciona, encauce las demandas de la sociedad y actúe como contrapunto de los intereses partidistas. Una de esas manifestaciones han sido las asociaciones de vecinos, que en nuestra ciudad han proliferado en exceso sin tener unas bases sólidas y dependiendo de los humores y querencias de las corporaciones para sobrevivir, algunas malamente. Sin embargo los partidos las han utilizado como arietes de su política y las han mediatizado de tal manera que cuesta encontrar alguna que camine por los senderos de la independencia y los intereses de los ciudadanos sin ninguna sumisión. Por otra parte, algunos dirigentes de algunas asociaciones las tienen como un excelente trampolín para llegar a una concejalía, en pago por los servicios prestados. Y no falta quien se cree amo y señor de las sedes y sus enseres comportándose como un ´satrapilla´.

No debe extrañar por tanto, que la mayoría de los ciudadanos las ignore y no tenga más noticias de ellas que las cuchipandas que organizan con motivo de las fiestas navideñas o los festejos de la barriada. Si de verdad se cree en la necesidad de que la sociedad civil intervenga en la vida política (la vida de la ciudad, como decía Platón) es imprescindible que se lleve a cabo un nuevo planteamiento de estas asociaciones que garantice su independencia, las dote con suficiencia y permita su discurrir más allá de los caprichos del concejal de turno o de los intereses de los partidos.