Eugenia Iglesias y su marido, Francisco Caso, viven cerca de la Plaza de Santa Clara. Ella nació allí. El vivió en la calle Calero hasta que se casó. No se quieren ir a ningún otro sitio. "Yo vivo a gusto aquí aunque sea una casa antigua, es fresquita en verano. Y antes nos sentábamos en la puerta todas las vecinas, ahora menos", dice Iglesias.

Cuando se les pregunta qué pegas tiene vivir en la ciudad monumental, Iglesias dice "ninguna, yo vivo muy bien". Aunque enseguida añade "para los coches sí hay problema. Entre los pivotes y la falta de sitio nos vemos mal. Las ambulancias también tienen dificultades para llegar hasta aquí". Su marido, Francisco Caso, se queja de que poco antes de que habláramos con él, un coche ha golpeado el suyo, que estaba aparcado a la puerta, y le ha roto uno de los pilotos.

Las incomodidades con las que se encuentran Caso y su mujer podrían abordarse en la revisión del plan especial, la norma que regula todo lo referente al urbanismo en el casco antiguo. El ayuntamiento quiere llevarla a cabo este año y ya hay una partida presupuestaria para ello. Los vecinos, por el momento, exponen sus inquietudes ajenos a que esas normas podrían cambiar.

Carmen Cortés vive en la calle Rincón de la Monja. Se queja en primer lugar del firme. "El problema son sobre todo las calles -dice-. No te puedes poner unos zapatos altos porque están muchas piedras sueltas. Además, en esta calle -Rincón de la Monja- tenemos ahora las escaleras. Aquí no las había, y con el carrito del niño no puedes bajar ni subir".

Los pivotes de la Plaza de Santa Clara también son un inconveniente "porque están siempre estropeados -comenta-. Y porque si se te olvida la tarjeta no entras". Tanto los pivotes como la falta de aparcamiento cercano hace que los amigos y la familia se lo piensen antes de acercarse a verlos, dice Cortés, que se pregunta "por qué dejan entrar a los camiones grandes de la basura, que levantan las piedras, y a nosotros nos ponen pegas por todos lados".

Licencias

Cuando se trata de hacer alguna reforma, las cosas se complican. "Yo he tardado un año entero en tener la licencia de obras para hacer la cocina y el baño en otro sitio" dice Cortés. Y era una obra exclusivamente en el interior, no afectó a la fachada. Ella y su familia se están planteando hacer obra en la fachada: "queremos hacerla en piedra vista pero ya veremos, porque el problema son las cigüeñas: la pintas y al día siguiente ya está igual".

Otro motivo de queja hace referencia a que no todas las casas reciben el mismo trato: "A nosotros nos molesta mucho que unas casas de la parte antigua tarden dos o tres meses en conseguir licencia y a las que están catalogadas como patrimonio, como ésta, no nos dejen hacer nada. Simplemente para mover una teja en un tejado necesitas pedir permiso. Y eso si nos dejan", concluye.

Diego Cortés vive en la calle Postigo, en las traseras del antiguo Hotel Meliá. El firme es su primera queja: "Las personas con tacones no pueden andar".

La razón, según Cortés, es que al abrir la calle para cambiar las conducciones de las aguas fecales, cambió la consistencia del terreno. El estacionamiento es también un problema. "Aparcan donde les parece -comenta-. Una ambulancia no puede entrar. Hemos pedido al ayuntamiento que pongan un pivote pero no lo han puesto."

Agravio comparativo

Pero el problema más serio lo tiene dentro de casa. La Torre del Aver da a su patio interior. La pared de la torre está deteriorada por el paso de los años y suelta piedras y tierra. "Me ha costado tres años y medio que vinieran a hacer un enfoscado. Las administraciones se pasan la pelota unos a otros y una arqueóloga me dijo incluso que si una piedra me hacía daño se me indemnizaría".

Pero una vez que el ayuntamiento actuó tampoco lo hizo correctamente, en opinión de Cortés: "No le ponen una mezcla de cal al enfoscado que han hecho a la torre. Para arreglar yo la jamba y el dintel de una puerta me han mandado tres folios con las normas de cómo debe hacerse y con el tipo de color que debe quedar, pero cuando actúa la administración hacen lo que quieren".

Ciudad sin vida

Cortés cree que la desatención de la calle Postigo tiene algo que ver con el número de vecinos. "Aquí vivimos cuatro vecinos. Si en esta calle hubiese diez bloques de pisos con 60 familias, la calle estaba perfectamente hecha". Y se indigna cuando habla de la situación de la parte antigua. "No puede ser que haya un montón de casas vacías porque no te dejan actuar. El día que se fueron las facultades de aquí, se acabó la parte antigua. A partir de las tres de la tarde, aquí no hay nadie. Cuatro turistas".

Y concluye: "vivir aquí es muy bucólico, pero genera problemas que sólo tenemos los que estamos aquí".