Si los ciudadanos de Cáceres fuéramos solamente vecinos nos hubiera alegrado el anuncio de Saponi de trasladar el botellón al ferial, porque nos permitiría dormir sin molestias, no veríamos nuestras calles repletas de vomitonas y botellas rotas y nuestras puertas dejarían de ser urinarios. Pero los ciudadanos cacereños también somos padres, educadores o simplemente gente preocupada por los jóvenes.

Uno no encuentra ningún artículo de la ley para la convivencia y el ocio del que se desprenda que su objetivo es trasladar el botellón . Porque el principal problema del botellón no es el malestar que algunas de sus consecuencias causa a los vecinos, con ser muy importante. El principal problema es el excesivo consumo de alcohol y el vandalismo que practica una minoría. Y eso no se soluciona con un traslado. Peor aún, aumenta. Porque la lejanía tiende a aumentar la impunidad y puede dar lugar a conductas marginales extremas. La noche de la que goza una mayoría de nuestros jóvenes es diversión, pero lo que hacen otros entra dentro del campo de acción de Conyser, salvo que alguno considere divertido, educativo e incluso racional el beber hasta perder la consciencia. Un ayuntamiento puede alejar el botellón para quitarse un problema que no sabe solucionar, pero otros no pueden callar ante una propuesta que parece decir a nuestros jóvenes: "Alejaos de nosotros y haced lo que queráis". ¿No tienen nada que decir las asociaciones de padres, educadores, claustros?