Angela Sánchez tiene 65 años y viaja todos los días en el mismo autobús de la línea 2 para cubrir el trayecto de Pinilla a Moctezuma. El pasado jueves fue un mal día para ella: "He pasado la mayor vergüenza de mi vida", recuerda aún nerviosa por lo ocurrido.

Un fallo en la tarjeta electrónica le obligó a acudir a las oficinas del bus urbano para que se la cambiaran por otra provisional hasta que, dentro de 15 días, llegara la nueva. Tenía mayo pagado y tuvo también que abonar los 19,50 euros de junio.

Pero alguien olvidó decirle que le hacía falta el DNI para justificar que la tarjeta correspondía a ella. Por esta razón, cuando intentó acceder al autobús, el conductor que la ve subir a diario, le prohibió la entrada y le obligó a pagar el tíquet. En medio de la bronca y el atasco, llegaron dos agentes de la policía local que tuvieron que acompañarla a casa para que se identificara. ¿Exceso de celo o rigor en el trabajo?