Las heces que nuestros perros depositan (y nosotros no nos ocupamos de recoger) en zonas públicas tienen consecuencias muy negativas y son un importante generador de contaminación ambiental, visual y olfativa. Pero, además, son fuente de contagio de enfermedades propias de los perros, de tipo viral (parvovirosis) y parasitarias (ascaridiasis, anquilostomiasis, entre otras). Pero además, son fuente de contagio de enfermedades para nosotros mismos, ya que pueden transmitir algunas formas de zoonosis. Asimismo, son un medio propicio para que las moscas depositen sus huevos en ellas, y pueden convertirse en agentes transmisores de enfermedades al transportar huevos de parásitos hacia los alimentos. No es una broma si pensamos que la materia fecal puede llegar a las aguas de estanques y embalses y contaminarlas.

Los excrementos de perro son un foco infeccioso de un parásito unicelular microscópico llamado Giardia Dudodenalis. Es un frecuente agente productor de diarreas en niños y adultos. El excremento de los canes puede tener efectos graves en la salud de las personas. Vemos que el desecho se va consumiendo poco a poco en la calle hasta llegar a ser polvo; posteriormente los residuos circulan en el aire y así permanecen en el ambiente. Se pueden adherir fácilmente a los alimentos expandidos en la calle, e incluso el excremento de perros es respirado por todos, ya que las pequeñas partículas de estos residuos se encuentran en el aire. De hecho, las deposiciones de perros y gatos no son nada recomendables para las plantas ni para hacer compost. Por sus características pueden producir pequeñas infecciones, podredumbres y también posibles contagios. «Las cacas no son un abono para las plantas, las queman», concluyó ayer el concejal cacereño Víctor Bazo.