Cáceres se entregó al cine como raramente se ha entregado a nada. No fue una moda efímera, fue una ciudad consagrada al séptimo arte, convertido en el auténtico eje de su ocio y su cultura, en el gran acontecimiento social, en el momento sublime de la semana para las familias. Hasta cinco salas funcionaron al mismo tiempo en esta pequeña capital de provincia que apenas llegaba a los 50.000 habitantes, entre ellas el cine más grande de España, el Coliseum, con sus 1.998 butacas. Le llamaron la ‘edad de oro’ del cine, la ‘época dorada’ o la ‘década prodigiosa’. Sea como fuere, entre los años 50 y 60 Cáceres quedó fascinada por el celuloide, fue escenario de superproducciones, se entregó a los cineclubes y por sus calles y salas desfilaron estrellas como Carmen Sevilla o Alain Delón.

Una historia que desconocen algunas generaciones y que cobra actualidad porque en 2018 se celebra el 25º aniversario del Festival Solidario de Cine Español, certamen heredero de la extraordinaria fiebre que existió en la ciudad y artífice de que hayan pasado por Cáceres los mejores actores, directores y profesionales del celuloide. Pero también porque este año se reabren dos de aquellas salas emblemáticas. Capitol acaba de inaugurarse como Teatro Maltravieso Capitol, un nuevo espacio para el cine, la música y los espectáculos, alquilado por la escuela Maltravieso Border Scene a su titular, Caja España-Duero, con el fin de reimpulsar su contenido cultural tras tres años sin actividades.

Por su parte, el Coliseum lleva inactivo desde 1995 y veintitrés años después desempolvará sus telarañas. La firma europea Basic-Fit, propietaria de gimnasios en varios países, entre ellos más de 30 repartidos por España, avanza en los trámites para obtener la licencia de obras en este estratégico local de Cánovas. Mantiene sus previsiones de abrir en 2018.

Aunque muchos no lo sepan, la ciudad realmente amó el cine desde sus inicios. Ya en 1896, solo un año después de la primera exhibición de los hermanos Lumière en Francia, Cáceres acogió una proyección en un salón habilitado en Pintores durante la feria, «todo un privilegio», afirma Fernando Jiménez Berrocal, responsable del Archivo Histórico Municipal y Cronista Oficial de Cáceres. El cine nació en las barracas, pero pronto se coló en los teatros de la ciudad como el Variedades y el Principal.

Su primera sala estable fue el Gran Teatro, construido en los felices años 20, que ya desde su inauguración en 1926 alternó las piezas dramáticas con las proyecciones del séptimo arte. Incluso antes de que acabaran las obras, el solar del Gran Teatro había funcionado al aire libre como barraca, con el nombre de cine de San Juan.

EL decó local / Muy pronto, durante la II República, Cáceres conoció su primer cine de verdad, construido expresamente para las proyecciones. Ángel Pérez Rodríguez, que se convertiría en arquitecto municipal, construyó en 1934 el cine Norba, «un edificio que respondía al estilo decó europeo y cuya fachada estaba pintada en un bonito azul patinado», recuerda Angélica García-Manso, profesora de la Universidad de Extremadura, que analiza la época en su estudio sobre la Edad de Oro del Cine en Cáceres.

El Norba está en la memoria de muchos cacereños; forma parte de sus recuerdos más entrañables. Sobrevivió hasta 1964 y fue derribado en 1967 para levantar un edificio de viviendas que hoy lleva su nombre. Ya en los años 40 se construyó el cine Capitol, «proyectado y diseñado por Luis Martínez Feduchi, ni más ni menos que el arquitecto responsable del cine Capitol de Madrid», matiza Angélica García-Manso. Ocupó el espacio del antiguo hospital Sancti Spíritu (siglo XIV), donde también estuvieron los primeros motores que alumbraron la ciudad (XIX), y un cuartel de Falange (XX), hasta que fue derruido por el bombardero de 1937.

Aquella flamante sala de butacas tapizadas en rojo se inauguró el 6 de marzo de 1947. «Fue uno de los edificios que contribuyó de manera clara a la modernización de la ciudad», recuerda Fernando Jiménez Berrocal. Por allí pasaron muchas generaciones de cacereños que tuvieron este cine, innovador, como referente de buena programación y comodidad. En su interior se instalaría un cineclub «que permitió visionar películas diferentes en un Cáceres que deseaba pasar, en todos los sentidos, del blanco y negro al technicolor, el lugar donde Pedro Almodóvar empezó a amar el lenguaje cinematográfico, como él mismo me lo comentó», subraya el historiador. Capitol fue cine hasta 1987, cuando Caja Duero lo adquirió como espacio cultural.

MÁS SALAS, POR FAVOR / Pero llegó la década de los 50 y con ella el furor de los cacereños. Norba, Gran Teatro y Capitol se quedaron pequeños. «La ciudad se volvió literalmente loca por el cine», afirma Angélica García-Manso. Por ello, en los 60 se construyeron otros dos cinematógrafos que elevarían a 6.000 el número total de butacas. El primero, diseñado por el arquitecto Fernando Hurtado, sería el Coliseum, inaugurado en 1962, un gigante impulsado por el obispo Manuel Llopis. Ocupó las plantas inferiores de un edificio que también se conoció como Coliseum, sobre parte del solar de las Hermanitas de los Pobres. La programación estaba dirigida por el Obispado de Cáceres, propietario de la sala, y su proyector pasó las mejores películas del momento. Había que reservar para asegurarse la entrada a un buen estreno.

El historiador Manuel Martín-Cisneros relata que fue un cine muy avanzado, con las nuevas técnicas del momento: Cinerama, Cinemascope... Por allí pasaron Rocío Jurado o Rocío Dúrcal a presentar sus filmes. «Eran acontecimientos impresionantes», subraya Martín Cisneros. El Coliseum tuvo incluso sus personajes propios, cómo Fray Taquilla (el sacerdote que lo gestionaba), la señora Joaquina Picapiedra con su puesto de pipas y palomitas, el acomodador Francisco Caso o Concha la taquillera. La sala se cerró a finales de 1995.

Un año después de la apertura del Coliseum, Cáceres asistió a la inauguración de otro gran coloso, el Astoria, en la calle San Pedro de Alcántara, obra del arquitecto Vicente Candela pero finalizada por Martínez Feduchi por la muerte prematura del primero.

Estos dos cinematógrafos, Coliseum y Astoria, se convirtieron en los máximos exponentes de la ‘edad de oro’ del cine cacereño. Y en ello tuvo mucho que ver, según explica Angélica García-Manso, la llegada en estos años de dos figuras de relieve a la ciudad. Por un lado, Víctor Gerardo García del Camino, un cántabro formado en Salamanca que recaló en Cáceres como director de la Biblioteca Pública y posterior Casa de la Cultura. Su tendencia encontraba más eco en la programación del Astoria, inaugurado con la proyección del filme ‘Fedra’, de carácter mitológico, que narraba la historia de la hija de un farero que despertaba el deseo en todos los hombres. García del Camino se convirtió en el representante de un cine más innovador.

La otra figura fue el obispo valenciano Llopis Ivorra, abanderado de un cine familiar como vehículo hacia la moral cristiana, con templo en el Coliseum. Eran dos formas distintas de concebir el celuloide. Basta decir que en enero de 1960, García del Camino proyectó en la Casa de la Cultura una película escandalosa para la época, ‘Éxtasis’, la primera de la historia del cine que incluía los desnudos de una mujer y hasta ¡un orgasmo femenino!

CINES EN BARRIOS / Pero en esta época de tanta riqueza cinematográfica también existían los cines de barrio. Por ejemplo, los vecinos del Espíritu Santo acudían al Rex, en la Huerta del Conde, y los vecinos de San Blas acudían al que proyectaba el carismático sacerdote Severiano Población. También había cines de verano en la plaza de toros, y el llamado cine de verano de Capitol, en el solar que luego ocuparía Astoria.

Pero además, Cáceres también tenía los cines de la iglesia, como el parroquial San Eugenio (Aldea Moret), el cine de San Mateo (casa de los Ulloa), el salón de actos del Colegio San Antonio o el mismo Palacio Episcopal. Angélica García-Manso enumera otros espacios cinematográficos de carácter civil como los salones de la Jefatura Provincial del Movimiento y Delegación del SEU (General Ezponda), la Delegación Sindical de Juventud (Casa de los Picos), el salón de actos de la Diputación o el salón cinematográfico de la Casa Sindical.

En definitiva, una cultura cinematográfica que prendió en varias generaciones y que, pese al discurrir de los años, aún se percibe. Hubo fuego. Quedan brasas.