El paseo de Cánovas comienza en el quiosco de prensa de Valentín Harto y acaba en el quiosco Colón... "¡Café , café, quiosco Colón!". A medida que los paseantes descienden hacia San Antón, se van encontrando con las flores de Juanvic, la terraza del templete de la música, los quioscos de Manuel Galán, Rogelio Cordero, que ya no está con nosotros, Francisca la de El Bici y Diego.

Frente al quiosco Colón, el puesto de Julián, en la acera de la avenida de España, con medio siglo de venta de prensa a sus espaldas, se ha convertido en el decano de Cáceres. Fue Fidel, el padre de Julián, quien se instaló en la plaza del Duque durante la primera posguerra. Después se trasladó a la Cruz de los Caídos y ya en los años 50 abrió este quiosco decano que hoy lleva Guadalupe, la mujer de Julián.

Quioscos con historia

Cánovas es así, un paseo largo y sombreado donde cada quiosco tiene su historia. Por ejemplo, el de Valentín Harto, que lo llevó su madre, Margarita, hasta 1988 y después ya se hizo cargo el hijo. Manuel Galán cumple 13 años en el suyo y Rogelio se trasladó a Cánovas hace ya 40 años, cuando empezaron a levantar el Múltiples.

Francisca la de El Bici está en Cánovas desde hace 10 años, los mismos que lleva Diego en su quiosco de golosinas, que antes fue de Angel durante 35 años y estuvo un tiempo en la plaza Mayor. En cuanto al quiosco Colón, lo instalaron unos valencianos antes de la guerra civil. Vendían naranjas hasta que Lorenzo Cordero Salazar puso el bar y lo regentó durante 40 años.

Luego llegó un profesional al que llamaban El Cali , que estuvo al frente 15 años. A él le sucedió Marcial, que se traladaría con el tiempo a la Posada de San Juan, con Jacinto de encargado, y desde hace más o menos un lustro su propietario es José Mostazo.

Hace unos 16 años, Florentino, que llevaba un tiempo trabajando en el quiosco de flores de Avelina, instaló un puesto de flores al que llamó Juanvic en la parte superior del paseo, junto a la Cruz. Con el tiempo acabó convirtiéndose en el negocio floral más popular de la ciudad, hasta el punto de ser el punto de encuentro de los jóvenes cacereños en las noches de farra.

Ahora, este quiosco puede desaparecer porque acaba el plazo de concesión y porque su construcción fija afea la estética del lugar. Está bien que se eliminen los quioscos de horrible factura (el peor de todos es de la música), pero no por ello deberían eliminarse las flores.

Cánovas debería ser a Cáceres lo que la Rambla a Barcelona, los puentes de las flores a Verona o el mercado flotante de flores del Singel a Amsterdam. Cámbiense las estructuras de ladrillo por otras más bellas que no sean fijas, pero no eliminen la venta de flores en Cánovas. Cáceres sin flores dejaría de ser la ciudad feliz .