A mi amigo Juan le llegó el recibo del IBI y, puesto que había subido, se presentó en el ayuntamiento para pedir explicaciones. Era correcto. No obstante preguntó: "¿Y cuánto paga mi vecino, el Guille?". Lo mismo, dijo el funcionario. "Es una injusticia porque el Guille incendia contenedores. ¿No deberíamos tener un descuento quienes no incendiamos?". ¿Cuánto paga de impuesto de circulación?. Exactamente igual que él. "Esto es injusto, porque el Guille no respeta un semáforo, tiene el tubo de escape de la moto trucado, aparca en doble fila... En cambio, yo respeto las normas de la circulación". El funcionario le espetó: "La ley es igual para todos". Pues el Guille deja el auto en doble fila para tomarse unas cañas y no le multan pero él lo dejó una sola vez para entrar en una farmacia y se lo llevó la grúa. Puesto que no percibe voluntad para castigar a quienes no cumplen como ciudadanos, lo menos que podían hacer es favorecerle de alguna manera, pues al tratarle igual que a los infractores se siente estafado. Porque de su bolsillo sale el presupuesto para contenedores, pagar agentes y hasta el papel en el que se publica el decreto sobre los ruidos que, a juzgar por el uso que le dan algunos ciudadanos y el ayuntamiento, debe ser papel higiénico.