La compañía teatral Verbo Producciones, bien dirigida por el experto Paco Carrillo repitió en la cacereña plaza de San Jorge el éxito disfrutado en otros festivales clásicos con la cervantina tragedia ‘El cerco de Numancia’. La inquietante versión de Florián Recio fue bastante fiel, aunque muy prosificada: no se notaron las sonoras rimas del genio alcalaíno ni apenas sus sugerentes alegorías, como no fueran los coreados gritos de un supuesto coro griego, que insistentemente repetían: «Esta no es una historia antigua, es una historia eterna».

Y explanando este ‘leit-motiv’ se oían alusiones a otros dramas sociales actuales como el paro, el hambre, los desahucios, las explotaciones, los abusos… con ello implicaban más a un público atónito y aterido por el frío ambiente, haciéndole vibrar ante la exasperante situación de prolongado asedio al pueblo numantino.

La interpretación muy trabajada tanto corporal como oralmente por el agónico tono de tensión creciente expresado en agudos ayes de dolor y orgullosos gritos de los muy patriotas numantinos, que defendían su libertad e independencia a capa y espada, antes que ceder sus vidas y propiedades a los petulantes romanos, bastante caricaturizados y al final cariacontecidos por no haber podido cobrase ni un solo prisionero vivo. Los nueve actores se desdoblaban cambiándose de ropajes y tan pronto estaban en un bando como en otro, formando un protagonismo colectivo, a ratos individualizados en episodios como el enamoramiento de Lira y Marandro, el cual , antes de suicidarse, prefiere dar muerte a su hijo común, antes de que los apresaran.

El sencillo y vibrante montaje estaba apoyado en una circular escenografía, cuyo centro era un rojizo cerco en cuyo interior se movían los asediados numantinos, entrelazados por unas simbólicas cintas, con las que se solidarizaban por su decidido afán de libertad e independencia.

A cada lado se levantaban sendas columnas luminosas: en la de la izquierda muy sanguinolenta se proyectaron varias caras de importantes políticos y abusivos financieros, que quedaron tachados y manchados de sangre; al lado derecho, otra columna también luminosa, servía de pedestal , donde se encaramaba el General Escipión, para arengar a sus legionarios romanos, que no daban crédito a tan denodada resistencia, hasta que se agotaron los numantinos, tras largos y exasperantes años; cuando entraron los romanos, solo encontraron ruinas y un montón de cadáveres. Además dos grupos de luminosas y estáticas lanzas fueron mudos testigos de tamaña proeza.

El público, tras una hora y media de tenso y emocionado silencio prorrumpió en largos y cerrados aplausos, rubricando un meritorio trabajo de la citada Compañía extremeña que supo acercar y actualizar respetuosamente una clásica tragedia renacentista, considerada como de las mejores de nuestra historia teatral.