José Manuel Barrio Fernández lleva en Bolivia toda la vida, concretamente 62 de sus 84 años. No era su destino preferente, quería ir a Japón, pero no le dieron más opción que un núcleo de la selva amazónica que une al país andino con Brasil y Argentina. "Y tengo el ánimo de seguir allí cueste lo que cueste y pase lo que pase", afirma con decisión este misionero franciscano. La semana pasada estuvo en Cáceres contando a los alumnos del colegio San Antonio y a EL PERIODICO su experiencia en suramérica, y recabando ayudas con las que continuar la labor de ayuda a los indígenas de la zona.

"Llegamos sin recursos", recuerda. Cuando pisó por primera vez la localidad de Bellavista en la que ha pasado toda su vida "no era un pueblo, era un conjunto de chozas" y sus habitantes vivían tal situación de pobreza "que no se sabía cuál era la tela original y cuál el remiendo de sus ropajes", recuerda. Era cosa seria. Pero eso ha cambiado, "ha mejorado mucho", afirma. Era tan seria que al principio tuvo incluso que llevar piezas de tela para que la gente se pudiera hacer ropa y tan dura que morían el 30% de los niños. Por eso también la primera vez que regresó a España fue 11 años y medio después de llegar a Bolivia.

"Vine a ver a mi familia y a buscar ayuda para la misión", explica. Pero a pesar de pasar varios meses en España, no consiguió llenar más que medio pasaje. "No se implicaba la gente". Dice que entonces no le daban credibilidad por lo joven que era. "Y ahora que estamos ya en lo último de la vida, la gente cree en nuestro trabajo", asegura.

Aun así en todo este tiempo y con más o menos recursos, la zona se ha dotado de escuelas de las que han salido más de 30 promociones, de dispensario, de hospital, de colegios de secundaria para los chicos del campo... En ese tiempo, Barrio ha sido además de médico, dentista, partero y ha realizado operaciones "unas veces con anestesia local y otras recurriendo a la hipnosis". Para ello se fue formando sobre la marcha: "dos años de anatomía, fisiología y prevención de enfermedades provocadas por virus o bacterias, aprendí a sacar dientes...". Y aprendió sobre todo a estar preparado "siempre y para lo que sea". Y lo que sea se llama emergencia. "Una vez me llegó un hombre al que habían degollado. No puedes esperar a que un médico le salve, tienes que intervenir", cuenta.

Zona selvática

También ha puesto en marcha un comedor que atiende a más de 70 personas al día, ha formado a los indígenas de la zona para que creen cooperativas con las que sacar más rendimiento al trabajo en le campo. "Si fuera todo una balsa de aceite ¿qué hago yo allí?", pregunta.

Por eso se queda con los avances que se han producido en esta zona selvática en 60 años. Pero para poder llevar a cabo todo eso y todo lo que aún falta son necesarios recursos que solo proceden de donaciones; de ahí que en los últimos años este monje haya intensificado sus visitas a España (lo hace cada tres años) para recabar esfuerzos. "No es fácil explicar que hay gente que pasa hambre a quien nunca la ha pasado, o hacer entender que allí hay gente que se muere porque no hay un médico al alcance --asevera-- Pero para eso vengo", concluye. Para contarlo y para llevarles nuevas oportunidades en forma de ayuda. Por eso insiste en pedir "a quien pueda" que realice un donativo en la cuenta que tienen en el BBVA (0182-6000-15-009-1504832). El próximo 10 de enero, Barrio dejará de nuevo a su familia para regresar a la que es su casa. Aunque con cuatro días de retraso, quizás para algunos de los chicos del corazón de Bolivia con él lleguen un poco los Reyes Magos.