Las redes del amor o la amistad digital han atrapado a millones de personas en todo el mundo. Dicen que Facebook es el Cupido de este siglo. ¿Les suena eso de mantener una relación por internet, recriminar a tu pareja aquello de ‘me has dejado en leído’, echarle en cara que no te dio un ‘Me gusta’ o no retuiteó tu post, quedarte pillado por alguien que vende un fraude disfrazado de príncipe azul? Las redes nos conectan con gentes y mundos lejanos que nos ofrecen su cara más amable y se muestran siempre felices. Contactamos con ellas o nos contactan y apenas segundos después se amontonan sus mensajes en tu buzón: «Te comeré a besos», «Compartiremos una vida entera», «Cuando alguien lo es todo la distancia no significa nada», «Daría la vuelta al mundo y no encontraría a nadie como tú»... La cascada de letras se convierte en una luna de miel que dura solo un instante pero que acaba venciendo a tu mente y a tu corazón.

Algo de esto debió pasarle el lunes a la mujer a quien una patrulla de la Policía Local de Cáceres encontró a las puertas del Hotel Extremadura. La vieron rodeada de multitud de maletas y enseres en una estampa tan sorprendente que los agentes acabaron por preguntarle si necesitaba ayuda. Les confesó que había conocido a un hombre a través de las redes sociales, que le había dicho que la esperaría a la hora convenida en la fachada de ese hotel. Es verdad que hacía varios días que no sabía de él, que el silencio se había apoderado del altar analógico que construyeron en noches de desvelos, pero se confió. El minutero corría indefectiblemente hacia el desengaño y aquél al que esperaba nunca llegó.

Ella contó a los policías que tenía una amiga en Cáceres que podría auxiliarla, alguien que vivía en la calle Lima, en el barrio del Perú. «La acompañamos hasta allí», relata un agente de la jefatura. Días después, una radio local da cuenta de esta noticia. Un estudiante la escucha al tiempo que se dispone a saborear el café de media tarde. Entonces, al echar el primer trago se percata de la curiosa coincidencia, del mensaje de la taza que este último verano le regaló alguien muy especial: «Las mejores charlas no llegan por Whatsapp». Sonríe, se pellizca y mientras lo lee piensa: «prefiero amar por la piel que por la pantalla».