De haberse cumplido las proyecciones demográficas contenidas en el planeamiento urbanístico desarrollista de las leyes del suelo y ordenación urbana de 1956 y 1976, España rivalizaría hoy en habitantes con China. Nadie se explica y, menos aún el geógrafo que subscribe, la falta de rigor demográfico de las Memorias de Información Urbanística, en las que la población ha sido --y continúa siendo, por lo visto-- una magnitud cuantitativa, ajena e independiente, con la que jugar a pitonisos, entonces y ahora.

Nada más lejos de la realidad. La población debe dejar de ser el agente paciente de las lucubraciones técnicas del planeamiento para convertirse en el elemento básico del diagnóstico y de la ordenación urbana-territorial. El perfecto conocimiento de su dinámica, composición, estructura, densidad, características socioeconómicas, flujos migratorios, distribución, localización, movilidad recurrente habitacional y laboral, intraurbana e interurbana, de territorialidad múltiple y comportamiento subjetivo, permitirá al técnico afinar las proyecciones demográficas de futuro para ajustar a ellas la demanda de equipamientos y servicios públicos básicos (vivienda, sanidad, educación, transporte, aparcamientos, parques y jardines, zonas deportivas), en íntimo correlato con las necesidades poblacionales cuantitativas y cualitativas.

¿Cómo pueden obviarse las interrelaciones causales entre hechos demográficos y variables físicas, sociales, económicas, ambientales, paisajísticas y territoriales? ¿Puede aceptarse también la especulación poblacional, cuando la variable demográfica condiciona todas las determinaciones propositivas del plan y éstas, a su vez, repercuten inexorablemente sobre las diversas cohortes poblacionales urbanas, destinatarias del planeamiento? ¿Alguien se ha parado a pensar y prever, con la antelación debida, qué repercusiones demográficas y qué tensiones sociales en cadena puede provocar el engendro constructor de grandes paquetes de viviendas de tipología anodina para quince mil demandantes insolventes, aislados y atrapados entre autovías y líneas férreas, en medio de la penillanura de la nada? ¿Puede calificarse tal ghetto preconcebido de proyecto de interés regional o local saludable?

Cuando en 1975 se me convocó, al hotel Extremadura (en gloria esté, jardín incluido) para emitir un informe demográfico sobre el PGOU de Fernández Longoria --también en exposición pública--, dejé claro que los 225.000 habitantes propuestos por los sesudos redactores para el Cáceres de 1990 eran tan utópicos como el propio plan, porque partíamos de 58.844, con unas condiciones demográficas tan en crisis como todo lo demás. Treinta años después, el PGM de Prointec, también realizado desde Madrid, augura 350.000 habitantes para el Cáceres de 2050, cuando somos 90.000 escasos, ganamos mil habitantes por año y la ciudad capitalina terciaria, hipertrofiada de funcionarios y con sus contadas industrias a la deriva, no presenta expectativas mediatas de revolución tecnológica, ni de creación de empleo, ni de atracción masiva laboral. La futurología demográfica prospectiva del presente plan, al desconocer la variable población y sus demandas de futuro, hipoteca de partida todos sus cálculos de coeficientes, estándares y propuestas de viviendas, dotaciones, equipamientos y servicios. Solución: puesta a cero y volver a empezar.