En más de una ocasión me he preguntado por qué los reclusos de los campos de concentración de Auschwitz que, aunque oscilaban entre 80.000 y 120.000, y llegaron a alcanzar los 405.000, nunca se enfrentaron a los pocos nazis que los custodiaban, un número relativamente bajo de SS y guardianes subordinados del campo. Hubieran muerto muchos, pero nunca tantos como los que perecieron en las cámaras de gas o en el hospital del campo. Hubiera merecido la pena intentarlo; pero no lo hicieron, ¿por qué?

Encontré la respuesta a esta pregunta en el artículo de Paz Moreno Feliu: «Organizar: suspensión de la moralidad y reciprocidad negativa» (2002). La estrategia que básicamente pusieron en marcha los nazis fue dividir a los reclusos. El Divide et impera (Divide y vencerás) que dudosamente se atribuye al mismo Julio César. Un plan que básicamente consistía en indisponer a los unos contra los otros. Eso se hacía en Auschwitz con la creación de distintos rangos antagónicos entre los propios prisioneros. Las rivalidades entre unos rangos y otros, y entre los miembros de un mismo rango, eran alentadas y mantenidas por las autoridades para impedir cualquier unión fuerte entre los prisioneros. Por fuertes que hubieran sido las autoridades del campo, les hubiera sido imposible controlar a los miles de prisioneros sin dividir y enfrentar a unos con otros.

No sé a quiénes les puede interesar esto, pero tengo la impresión de que hoy día, en Educación, está pasando lo mismo. Las rivalidades entre los alumnos por conseguir más nota que el compañero son manifiestas y están llegando a unos extremos insospechados. ¿Cómo potenciar esa rivalidad que impide la unión entre los estudiantes? Pues, por ejemplo, con pruebas como la actual EBAU, hasta hace poco Selectividad. La lucha por conseguir unas décimas más que el otro, que quiere acceder a la misma carrera, es encarnizada. En la Universidad, por ejemplo, hay alumnos que denuncian a sus compañeros por copiar en un examen con mecanismos electrónicos. Con el alumnado enfrentado son difíciles movimientos estudiantiles como los de mayo del 68.

PERO DE LA rivalidad que quería hablar hoy es de la que existe entre padres y docentes. Yo soy maestro y a veces tengo la sensación de que del carro de la Educación estamos tirando en sentido opuesto unos y otros. Así, el carro no se mueve. Es más, lo más probable es que se escacharre. Esa es una buena imagen de nuestro sistema educativo actual: un carro que se rompe en pedazos, con los padres tirando en un sentido y nosotros en otro, sin pararnos a pensar que si ambos lo hacemos en la misma dirección y sentido, el carro no solo no se destozará, sino que avanzará.

La tarde del pasado martes, a eso de las 19.30h, estuve junto al edificio Múltiples de Cáceres, apoyando a mi compañera, la directora del Colegio Público San Francisco. Yo también soy ella. Yo, como la mayoría de docentes y cuidadores, también he sufrido incomprensión, indefensión, falta de respeto…, aunque, por suerte, nunca me he visto sometido a un juicio mediático de la magnitud que está sufriendo ella. Espero que tampoco ahora. Ojalá cuando vuelva al San Francisco, ella esté allí para recibirnos a mis alumnos de Magisterio y a mí, para hablarnos de su Aula Abierta y presentarnos a los alumnos de esta con el mimo y el brillo en los ojos con el que lo hizo la última vez. Ella y los demás maestros y cuidadores de este colegio. Y también he sido alumno y soy padre de alumna, y ¿saben? No me gusta nada el actual sistema educativo que se empeña en tenernos enfrentados.

Padres, docentes y alumnos, vamos a dejar de vivir en un Auschwitz, con un sistema educativo que se empeña en alentar nuestras rivalidades, en perpetuarse a sí mismo sin ánimo de evolución y cambio, incluso abonado a su propia involución. Padres, os lo dice un humilde maestro: estamos en el mismo bando, el que busca lo mejor para vuestros hijo e hijas, para nuestros alumnos y alumnas. Vayamos de la mano y todo nos irá mejor, tanto a unos como a otros.