Con la muerte de Severiano Rosado Dávila a los 88 años se va una parte de la historia contemporánea de Cáceres. La trascendencia de su figura es tan grande para decenas de generaciones de cacereños que fue en 2012 cuando el ayuntamiento lo nombró Hijo Adoptivo de la ciudad y desde ayer sus restos mortales descansan en San José, hecho poco habitual, pero que sirve para homenajear al hombre y sacerdote que hizo de este templo de la avenida de Hernán Cortés el indudable motor de su vida religiosa.

Severiano nació en Guijo de Galisteo en 1929. Sus padres, Severiano y María del Rosario, eran maestros nacionales, así que él y su hermano Tomás fueron con ellos a la escuela. Severiano jugaba con los muchachos de la calle, con Quini, con Carlos... hasta que al cumplir los 10 años entró en el seminario de Coria, donde le dieron clase don Ramón, don Félix y don Ovidio, que era el de Latín.

Severiano se fue después a estudiar a la Universidad Pontificia de Salamanca, donde hizo la licenciatura de Teología, y de ahí a Madrid a hacer Ciencias Sociales en el León XIII. Cuando se ordenó sacerdote se convirtió en don Severiano, el único párroco que tenía la iglesia de San José. Severiano creó la parroquia en 1959, aunque el templo de Hernán Cortés es de 1967. El sacerdote también promovió el colegio Nazaret o la residencia de la tercera edad en el barrio de La Zambomba en 1989.

El templo de San José lo levantaron el arquitecto Vicente Candela y el delineante Claudio Fernández Lozano, que era funcionario del Múltiples. Entonces la parroquia atendía a una feligresía de 2.000 cacereños. Estaban las Vicencianas, que eran las mujeres, y en San Vicente de Paul estaban los hombres. La de San José era y sigue siendo una parroquia muy viva, pero si por algo era conocido don Severiano fue por haber ideado la primera agencia de viajes de la ciudad. Don Severiano puso los viajes de moda. Comenzó organizando excursiones a Guadalupe, Fátima, Lourdes... con 2 o 3 autobuses. Pero fue tal el boom que Halcón y Marsans se quedaban pequeñas ante ese tótem de los autobuses que era don Severiano. De Fátima y Guadalupe se saltó a París, Londres, a Roma y las audiencias con el Papa, India, Estados Unidos... vamos, que fueron a todos lados. Así que no es de extrañar que el dicho más popular de Cáceres sea éste: ‘Dios está en todas partes, don Severiano ya ha estado’.

Cuando don Severiano llegó a Cáceres el obispo era Llopis Ivorra. Tras la renuncia de Llopis por edad, la curia nombró nuevo prelado. El 24 de abril de 1977 fue consagrado el sevillano Jesús Domínguez Gómez, justo el mes que dimitió de alcalde Díaz de Bustamante, que precisamente un año antes había contraído matrimonio en el placentino Palacio de Mirabel con María del Rosario Falcó y Fernández de Córdoba.

El nuevo obispo enseguida caló en la ciudad y don Severiano trabajó muy estrechamente con él. Don Jesús nació en Pilas, un pueblo de Sevilla, y hablaba con las ezes. Era muy campechano y conectó con la gente. Don Jesús cambió algunas cosas, por ejemplo, Llopis tenía escolta (un policía de paisano) y don Jesús, no. Llopis tenía chófer, (Jesús, que tenía un hermano que trabajaba en el Banco de Bilbao) y don Jesús tenía carnet.

Cuando terminaba el despacho, a eso de las 13.30, don Jesús se bajaba a la calle de los vinos y alternaba con los universitarios. Por la tarde hacía tertulia con los taxistas en las paradas de la plaza Mayor y San Juan. En ella participaban célebres conductores como El Colorao, Lino o Fernando, que era de Aldea Moret.

Pero además don Jesús era muy currista. Cuentan que un día lo invitaron las Carmelitas a dar una conferencia. Antes de las 7 de la tarde se levantó y le dijo a las monjas: «Hermanas, esto se ha acabado, que van a dar las siete y en Televisión Española echan los toros. Me tengo que ir a ver a Curro Romero». Don Jesús cambió la sotana de Llopis por el clériman, murió joven, antes de cumplir los 60, y sus restos descansan en la concatedral de Santa María.

Ayer al funeral de don Severiano fue medio Cáceres, la alcaldesa, Elena Nevado, numerosas autoridades, miembros de asociaciones, colectivos, mayores, jóvenes, familiares del sacerdote... Y también fue enterrado en su templo, al fondo según entras, justo a la derecha del altar mayor, un ritual que no se veía en Cáceres desde el fallecimiento del obispo Jesús Domínguez.

Más de 25 sacerdotes oficiaron una misa multitudinaria que presidió monseñor Francisco Cerro. La casulla cubría el féretro de don Severiano mientras se daba lectura a la carta de San Pablo a los romanos y luego al Evangelio según San Juan, entre los cánticos del coro de la parroquia.

Don Severiano ha muerto en la residencia asistida que él mismo fundó, cuidado por personal especializado que con mimo ha velado sus últimos años prácticamente postrado. Tras la lectura del Salmo 41 ‘Deseo del Señor y ansias de contemplar el templo’, de él destacó el prelado que «fue pastor y dedicó toda su vida a la gente», y lo definió como una «figura colosal».

Decía la escritora chilena Isabel Allende: «La muerte no existe, la gente solo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme siempre estaré contigo». De modo que el sacerdote seguirá viviendo porque será difícil que Cáceres lo olvide. Ayer a don Severiano no lo enterraron en un cementerio, le dieron sepultura en su parroquia. Mientras metían el féretro en la cripta, un cura con su móvil inmortalizaba el momento. Qué manía con fotografiarlo todo.