Tiene 80 años, se apoya en un bastón y, mientras enseña las cicatrices de sus piernas, casi imperceptibles ya, reitera una y otra vez que "le encanta ir a la piscina". Nemesio Meneses Pérez vive a escasos cinco minutos de la instalación de San Jorge, comúnmente apodada por los cacereños como Pinilla, y frecuenta el recinto cuando a sus nietos o su hija les apetece darse un chapuzón estival.

La misma rutina de todos los años ha seguido este verano. Pero con menos fortuna. Hace un mes escaso -en julio-, sufrió un percance cuando se disponía a entrar en el agua por las escalerillas metálicas, el único acceso que posee la piscina de mayor tamaño de la instalación municipal. Unas semanas antes ya había marcado sus piernas con otra cicatriz exactamente por el mismo motivo.

Meneses, guardia civil jubilado, "va a esa piscina de toda la vida" y aunque sostiene con sinceridad que ya no puede presumir de la misma agilidad de hace años, asegura que aún así los peldaños metálicos no son seguros. De hecho, apunta que el mismo incidente se repite una y otra vez entre la mayoría de usuarios habituales.

Consciente de un problema que afortunadamente no le ha ocasionado lesiones de mayor envergadura -dos marcas en su pierna derecha- decidió poner en marcha una actuación para minimizar un riesgo imperceptible pero comprometido. Su reclamación es clara. Pide que la autoridad correspondiente sustituya las escalerillas metálicas y acondicione el vaso para adultos con un acceso natural adaptado que disponga de peldaños anchos como en la mayoría de los recintos actuales.

De momento, el objeto del dilema para Meneses y otros tantos usuarios no ha estado contemplado en la lista de aspectos anuales que el ayuntamiento ha mejorado este año en la instalación gestionada por Conyser y entre las que se encuentran la pintura del vaso de la piscina recreativa, la instalación de un grifo lavapiés en cada acceso o el habitual segado de césped y las labores de limpieza en los vestuarios o el resto de zonas incluidas en las instalaciones.

A pesar de todo, ya le ha prometido a su hija que el lunes o el martes irán a "despedirse" -la instalación se cierra el 8 de septiembre-. Con cuidado, eso sí, y con los dedos cruzados para que al año siguiente no tenga que temer cada vez que quiera refrescarse.