Dicen que la música que se elige en cada momento es un buen indicador del estado de ánimo. Dando por buena esta afirmación, me temo que la deducción no es tan fácil y que influyen otro tipo de factores, además por supuesto del estado anímico.

En rigor, si tiene usted una edad mediana-madura, es difícil que no acuda a su archivo histórico cuando decida escuchar un poquito de música, sea para darse compañía, amenizar sus lecturas o por el puro placer de escuchar. Así que, además de las recomendaciones de sus amigos, de las novedades que encajen con sus gustos y de alguna canción suelta que pueda llevarle momentos de alegría a su vida, no tengo ninguna duda de que la formación musical que usted adquirió en sus adolescencia y juventud le define sus preferencias, como nuestras lecturas de entonces, como los primeros amores, tan trágicos pero tan reconfortantes.

Por eso, siempre recordaremos la canción que acompañó a aquella declaración exitosa, a aquel primer beso inolvidable y emocionante, por no hablar de esos acordes movidos y repetitivos asociados a momentos eufóricos vividos con nuestros amigos en garajes y locales habilitados para los guateques. Haga memoria, recuerde momentos felices con sus amigos de entonces y ya verá cómo siempre llevan al lado alguna melodía ligera y feliz.

Por el contrario, si acude usted a sus recuerdos más próximos en el tiempo, notará que las melodías son más tranquilas, menos repetitivas, pero seguramente más difíciles de asociar. No sé qué pensará usted, pero yo puedo asegurarle que el efecto de una canción en la memoria es tan rotundo como el olor de un perfume o el sabor de una buena comida. Es un déjà vu tan real, que resulta imposible alejarlo de nosotros.

Por eso me resisto a sugerirle canciones y cantantes, porque sé muy bien que el repertorio depende de muchos factores, aunque tendremos un lugar común largo y ancho, sin duda. No espere, no lo deje para mañana, no sea perezoso; prepare su archivo desde hoy; todo lo que hagamos por nuestro bienestar es poco.