Muchos aficionados recuerdan a Felipe Criado en su asiento del estadio Príncipe Felipe o del pabellón Multiusos vibrando con los goles de Manolo o las canastas de Paraíso. Ese espacio quedará vacío para siempre en la memoria colectiva cacereña tras su fallecimiento en la madrugada de ayer a los 59 años en su ciudad de siempre.

Varios centenares de ciudadanos le dieron ayer su último adiós en el tanatorio San Pedro de Alcántara. Una irreversible enfermedad se llevó su vida, pero no su espíritu, incansable y crítico, por hacer siempre un Cáceres mejor desde las ideas y el debate. Nacido en la calle Caleros, Felipe Criado se ganó su primer sueldo en la gestoría de García Polo con sólo 14. Fue una señal de futuro para su posterior carrera como mediador de seguros en la que embarcó a Esperanza, su única hermana, y a sus hijos. Tuvo tres con Loli, la mujer que ocupó siempre su corazón: José Felipe, Loly y Ana, ahora con 32, 30 y 24 años, respectivamente.

Sus familiares más cercanos destacaron ayer su faceta de gran trabajador meticuloso, pero, por encima de todo, su amor a Cáceres. Defendió esta ciudad allá donde fue y siempre tuvo tiempo para dar la cara con cartas y llamadas a este periódico en las que, incansable, proponía soluciones a los problemas grandes y pequeños. El extinto Cáceres o el Cacereño le preocuparon dentro y fuera de la grada. "Se ha ido queriendo que volviera el baloncesto de ACB algún día", recordaban ayer con nostalgia.

Su pasión por aprender le llevó también a lograr a finales de los años 70 una de las mejores plazas en las oposiciones a la Seguridad Social. Lo consiguió para apostar de nuevo por su ciudad y, aunque tuvo ofertas para marcharse fuera, sus hogares siempre estuvieron cerca de la avenida de Cervantes y el paseo de Cánovas.

Se va un gran cacereño, un tipo que necesitaba el cariño de los suyos, de sus amigos, esos que le fueron fiel desde pequeño. El humorista Franquete puede contar cuánta culpa tuvo Felipe Criado en que fuera nombrado hijo predilecto de la capital cacereña.

Su pasión por los toros también vino de lejos, de la infancia, cuando sus tíos le cuidaban en la Era de los Mártires. La despedida que ayer le tributaron familiares, amigos y compañeros demuestra que Felipe siempre encendió luces para alumbrar la vida cotidiana de una ciudad de provincias. Esa a la que tanto seguirá queriendo como el mejor amante.