Ochenta metros de cable conectados a una farola en los jardines de la Taconera, en Pamplona, bastaron para acabar con la vida de Manuel López González, un joven guardia civil de 24 años, que llevaba tres en el cuerpo y que dejó novia y una familia destrozada. Tras la celebración del juicio, los terroristas que participaron en el atentado quedaron en libertad.

Francisco López, también guardia civil y hermano de Manuel, relata aquella trágica y dolorosa noche del 9 de mayo de 1978, en la que compartió servicio con su hermano porque ambos fueron destinados forzosos al País Vasco en la década de los 70.

Nunca realizaban el mismo itinerario, pero aquel día habían planeado con ilusión una comida juntos y por eso hicieron coincidir los turnos. Cuando el Land Rover en el que viajaban cuatro guardias pasó por delante de la farola, la bomba que colocaron los etarras en la trampilla causó una explosión capaz de romper la vena aorta a su hermano y provocar heridas a Francisco de las que aún hoy le quedan secuelas.

En septiembre del 78 el director general propuso su traslado a Cáceres, donde ha continuado desarrollando su trabajo. Ahora está en trámites de jubilación. Ha pasado el tiempo, pero López González no olvida. "Nunca piensas que te va a tocar... Es difícil explicar lo que sientes al coger en brazos a tu hermano muerto, sin opción a defenderte. Mi hermano tenía 24 años, iba a casarse en julio y tenía toda la vida por delante...".

Francisco López, curiosamente hijo de guardia civil, apela al diálogo para que la banda deponga las armas, pero es tajante: "Hay una cosa que tengo muy clara, perdonarlos no los perdono porque son unos cobardes. Esta experiencia no me ha aportado nada, sólo la périda de un gran hermano".