Caminar por las calles, plazas y parques de una ciudad observando las esculturas, las placas conmemorativas o aquellas otras que dan nombre a las vías y espacios abiertos, es un buen modo de conocer una parte de la historia del lugar y de los protagonistas de la misma.

En el caso de Cáceres, a este ´pequeño manual´ de historia se sumarán en breve nuevos nombres de cacereños destacados, gracias a la reciente aprobación por el ayuntamiento de nuevas denominaciones para calles, avenidas, plazas, parques y jardines.

Entre las personalidades que pasarán a formar parte del callejero cacereño está Federico Reaño, reconocido militar y hombre de letras de comienzos del siglo XX, que dará nombre al parque situado en el extremo del polígono Los Fratres, junto a la confluencia de la avenida Isabel de Moctezuma y la calle Gabino Muriel.

Escritor y militar

Federico Reaño, nacido en 1878 en Talavera de la Reina (Toledo), llegó a Cáceres hacia 1908, por ser el destino que le asignó el ejército en su calidad de oficial de infantería, destino definitivo, ya que vivió en él hasta su muerte en 1927, causada por una bronconeumonía.

Escritos de la época le describen como un "hombre correcto, que las simpatías de todos tiene ganadas". Resaltan que, sin obtener rendimiento económico de esta labor, su creación literaria fue prolija y de calidad, siempre con presencia de personajes del mundo rural extremeño y abarcando todos los géneros.

Federico Reaño colaboró en numerosas publicaciones periódicas de Toledo, Salamanca, Extremadura o Andalucía, fundó la revista Renovación y dirigió otras como Madrid cómico , La nación militar , El arte militar y Correspondencia militar .

La historia de su vida se completa con nueve hijos, uno de los cuales, Federico, heredó su amor por la literatura, y con un episodio histórico que pudo marcarle para siempre. El 31 de mayo de 1906, Reaño debía haber escoltado al cortejo nupcial de Alfonso XIII, pero un compañero cambio su turno con él y murió en el atentado del anarquista Mateo Morral. El destino dejó claro que no quería un punto final trágico para el relato vital de Federico Reaño.