En la región hay 220 personas cuyas vidas dependen de que las de otros se apaguen. La donación de órganos es para muchos de ellos la única esperanza de salvación y depende de la solidaridad de los que se marchan o de sus familiares; bien porque los fallecidos hayan manifestado en alguna ocasión su intención de donar sus órganos o bien porque sus familias así lo decidan una vez que hayan fallecido. En la capital cacereña esa solidaridad se ha multiplicado por cuatro en los últimos dos años debido, principalmente, a la puesta en marcha en el hospital San Pedro de Alcántara de un programa pionero, que consiste en mantener los órganos de una persona fallecida por parada cardiorrespiratoria durante unos quince o veinte minutos para que no se deterioren, y dar así tiempo a que los familiares autoricen la cesión de los mismos.

Se denomina donación en asistolia. Gracias a este sistema que se ha puesto en marcha en la capital cacereña (es la única ciudad de la región en la que se realiza y una de las cinco en las que se lleva a cabo de toda España) se ha conseguido que en 2016 se realizaran 26 trasplantes y con ellos una esperanza de vida a 26 personas. Antes de desarrollar este programa (el primer trasplante en asistolia se llevó a cabo en el año 2015) el máximo de trasplantes que se realizaron en doce meses fueron seis; ahora se ha logrado cuadruplicar esa cifra.

Además este programa ha situado al hospital San Pedro de Alcántara a la cabeza, logrando superar en número de trasplantes al Infanta Cristina de Badajoz, hasta ahora centro hospitalario de referencia de la comunidad autónoma en este área.

SE GANA TIEMPO / En la donación en asistolia, al haber fallecido el paciente por una parada cardiorrespiratoria, el tiempo para efectuar el proceso de donación es mucho más corto porque, al detenerse el corazón y dejar de bombear sangre, el oxígeno ya no llega al resto de los órganos, reduciendo de forma extraordinaria la capacidad de supervivencia y la validez de los mismos. De ahí la importancia de mantenerlos durante un periodo de tiempo. En cambio en las personas fallecidas por muerte encefálica, aquella en la que el donante muere por el cese completo de la actividad cerebral, la sangre sigue circulando a otros órganos durante un tiempo, lo que permite a la familia tomar la decisión de donar con una cierta tranquilidad, sin que eso suponga un riesgo para la supervivencia de los órganos y su buen funcionamiento una vez trasplantados.

De las 220 personas que esperan un trasplante en la región, 150 necesitan un riñón. Estos últimos son los que más tardan debido a que el tratamiento de la diálisis es efectivo hasta que llega el trasplante, mientras que las enfermedades que afectan a otros órganos no tienen tratamiento.