Marcolino Joao Dos Anjos apenas recordaba, o eso declaró ayer en el juicio con jurado que se celebró en la Audiencia de Cáceres, lo ocurrido la noche del 23 de junio del 2007 en la que murió Rafael Peñafiel supuestamente por los múltiples golpes que él le propinó con varios palos en una nave de las viejas instalaciones de Campsa donde los dos indigentes vivían desde hacía un año.

Solo reconoció que había bebido; que discutieron pero no recordaba por qué aunque sí dijo que otras veces lo habían hecho por la basura de la nave; que le pegó con dos palos pero solo en las piernas y que no recordaba cuántas veces; que cuando se marchó para ir al ferial dejó a su compañero viendo la televisión y que cuando volvió al amanecer del domingo estaba muerto.

Sin embargo, el cadáver presentaba varias cuchilladas de un arma que no se localizó, algunas causadas al intentar defenderse. También fuertes golpes en la cabeza, que le ocasionaron la muerte, en la cara y el cuerpo. En la nave se hallaron varios palos y herramientas rotas, entre ellas una pala y una azada, con las que presuntamente le golpeó hasta romperlos. El acusado reconoció uno de los palos y la pala que usó.

CUESTIONES PARA EL JURADO Un jurado compuesto por 8 mujeres y un hombre decidirán su culpabilidad en un veredicto que se prevé se haga público hoy. El fiscal Eliseo Blanco rebajó la pena solicitada para el acusado de 16 a 12 años al cambiar su calificación de homicidio con agravante de superioridad en vez del asesinato en que inicialmente se consideró el hecho.

La abogada de la defensa, G. Martín Porras, solicitó la absolución en base a las lagunas de la investigación policial que imposibilitan, a su juicio, achacar fehacientemente la autoría del crimen a Marcolino Joao Dos Anjos, "porque por la nave pasaba mucha gente", y en última instancia, pidió una condena por lesiones dolosas que derivó en un homicidio imprudente por lo que habría que imponer al acusado tres años de prisión.

El jurado tendrá que dilucidar si hubo intención o no de matar en la agresión del acusado y si pueden concurrir en él eximentes o atenuantes como un trastorno psíquico, su embriaguez o su colaboración con la policía.

Los forenses atestiguaron que las lesiones "sugieren que no había intención de matar" y que fueron producto de un arranque de "cólera o ira intensa". Además corroboraron que el acusado sufre un trastorno límite de la personalidad --que si bien "no es un enfermo mental tampoco es una persona normal"-- con una fuerte tendencia a la impulsividad y a la pérdida de control.

VIVIO UNA HORA TRAS LA PALIZA Rafael Peñafiel Martínez, de 59 años, murió por un edema cerebral que le ocasionó uno de los golpes de la cabeza, pero sobrevivió al ataque de su agresor al menos una hora, según confirmaron los forenses. Su muerte se produjo entre las 22.00 y 23.00 del sábado 23 de junio, por lo que supuestamente el ataque se produciría en torno a las 9 de la noche. La víctima no había bebido ni había consumido drogas.

El aviso a la policía, que dio el propio acusado primero desde su móvil y después desde la gasolinera de Pasarón, se hizo a las 7.15 del domingo. Para entonces las ratas habían empezado a comerse una mano del cadáver, según informes forenses. En la vista no se pudieron aclarar algunas incógnitas, como por qué el cadáver apareció empapado y si el acusado encerró o no a la víctima tras la paliza para ir al ferial. El juicio quedó pendiente del veredicto del jurado.