El temor a perder las elecciones conduce a algunos candidatos a renunciar a las siglas de su partido para embarcarse en un discurso de tintes fascistas. Ya en los años del franquismo Fernández de la Mora, más tarde diputado de Alianza Popular que rompió con ese partido aduciendo que "España no necesita Constitución porque es una nación constituida", había pregonado el ocaso de las ideologías.

Sin embargo las ideologías siguen existiendo y una de ellas es la que ha permitido a esos candidatos que ahora se avergüenzan de airear sus siglas el tener un puesto en la vida pública y que se sirven del aparato y de los cuadros del partido para intentar su elección. Si tan valientes son y tan alejados están de las directrices de quien les ha puesto en ese lugar, siendo su honestidad tan grande, deberían salirse de él y presentarse con su solo nombre.

El no hacerlo, en contra de los parabienes que suscita en los palmeros de ocasión que escriben al dictado de quien les da de comer, debe ser tomado como una muestra de ingratitud, vergüenza y cobardía. No contentos con ello, aderezan su discurso con los recursos del nacionalismo más rancio al buscar la identificación de su persona con ese ente supremo , inconcreto e intangible que es la región, la provincia o la ciudad pretendiendo tener en exclusiva la defensa de tales entidades.

De esos patriotas de corto alcance ya hemos tenido muchos en nuestra patria y en nuestra región. Ese es un mensaje difícil de vender porque no es suficiente con hablar de generalidades sino de concretar en qué consiste ese bien, cómo se va a alcanzar y con qué medidas. No es lo mismo asfaltar un barrio u otro, no da lo mismo hacer un puente aquí que allí, no es lo mismo subir que bajar impuestos, ni subir o bajar este u otro y eso son decisiones políticas que están influenciadas por una ideología, la que el candidato pretende ocultar. Aunque, naturalmente, pudiera suceder que el candidato, por no tener, ni siquiera tenga ideología, solo ambición.