Cuatro meses después de la cornada que a punto estuvo de costarle la vida, Jairo Miguel de Cáceres se recupera del segundo trance que vivió el domingo pasado en la Monumental de México. Nadie puede ya parar a este novillero de tan solo 14 años que desde la cama de un hospital mexicano está más seguro que nunca de que con su raza alcanzará la gloria.

--¿Cómo se encuentra?

--La verdad que un poquito desanimado. En tan poco tiempo dos percances, uno más grave otro menos pero son percances, aunque sigo echándole ganas, tirando para adelante y pensando en reaparecer el día 21 en Zacatecas porque es una feria muy importante y no me la quiero perder.

--O sea que el 21 toreará...

--Sí, como sea.

--¿Pero qué le dice el médico?

--Que la herida va muy bien, lo que pasa que ha sido en una zona muy molesta, con la que hay que tener mucho cuidado por las infecciones. Espero que manaña (por hoy) me den de alta y confío en que en dos semanas pueda estar toreando.

--Está claro que usted sale al ruedo para jugárselo todo...

--Claro. La Monumental de México es una plaza muy importante, la más grande del mundo, y había que salir a darlo todo. Por aquí han pasado tantas y tantas figuras que han triunfado... y yo no me podía quedar atrás.

--¿Qué le pasó?

--Fue un novillo muy complicado, muy abanto, con mal estilo, de estos mansos que arrean para mal y en uno de esos arreones aguanté, lo enganché delante, se me quedó a la mitad del muletazo, lo toqué y al tocarlo me enganchó por el muslo derecho, me tiró, me pasó por encima y una vez que quedé tendido en el suelo me metió la cornada. Me levantó y me dejó en el pitón como un pincho moruno.

--¿Quién falló: el toro o usted?

--El toro. El fue a por mí.

--Y al más puro estilo José Tomás, usted se niega a ir a la Enfermería y sigue lidiando al morlaco hasta matarlo...

--¿Si lo hizo un maestro de maestros, que tiene los bolsillos llenos y no tiene necesidad de jugarse la vida, no lo voy a hacer yo, que estoy empezando y tengo que demostrarlo, que quiero ser figura del toreo y estoy dispuesto a pasar todo lo que venga?

--En abril fue en Aguascalientes, ahora en México ¿no cree que su reaparición ha sido muy precipitada dada la magnitud de aquella primera cornada?

--No. Estoy completamente seguro. Quien quiso reaparecer fui yo. Sabía que podía porque conozco mi capacidad. Si en 10 días salí del hospital y hubo gente que pensó que era un montaje, qué no habré hecho en cuatro meses, rehabilitándome y poniendo todas las ganas y todo el empeño del mundo.

-- Hidrocálido pesaba 450 kilos, Navegante , 459, y usted sigue sin tenerle miedo al toro...

--El toro no es para tenerle miedo. Es el amigo del torero, el que hace que triunfes o que fracases. Sin el toro no hay torero y sin el toro no hay triunfos ni fracasos.

--España está atenta a cada uno de sus pasos y es evidente el impacto mediático que generan sus cornadas ¿con tanta sangre ha aumentado su caché?

--No. Estoy en las mismas condiciones de cualquier novillero normal, se pide lo normal, para los gastos. De eso no estoy muy informado, solo lo que me comunica mi padre, pero no por ser más o menos conocido pido más dinero. ¿De qué te vale ser tan conocido si luego pegas un petardo a la hora de salir al ruedo? Yo lo que quiero es que me conozcan por mis triunfos y que me paguen por mi raza en la plaza.

--¿Pero no le asusta el hecho de que para alcanzar la gloria se hable más de sus cogidas que de sus buenas faenas?

--No todas las páginas de los libros de los toreros se escriben con el bolígrafo azul de la gloria, también se escriben con el rojo de la sangre y con el negro de los petardos.

--Entonces confía en que algún día usted llenará las portadas de los periódicos por su arte torero...

--No es que confié, es que va a ser así.

--Jairo, tras su segunda cogida hay quienes insisten en que lo suyo es una locura auspiciada por su padre...

--Que piensen lo que quieran. Ya estoy muy cansado de que la gente hable por mí y por mis padres. Si estoy en el mundo de los toros es por mi afición, por mi raza, por mis deseos de ser figura del toreo. Ninguno de esos comentarios tontos, absurdos e inútiles me van a hacer cambiar de opinión. Mis padres son quienes peor lo pasan porque son los que más me quieren, porque ver a su hijo delante de un toro no es nada fácil. Están ahí para darme la mano y ayudarme. Saben que es mi futuro, lo que quiero realmente. Si con dos cornadas no me he retirado, está claro que si toreo es porque quiero, no porque me obligue mi padre.