"Aún no ha llegado y ya me estoy preparando para la despedida". Elisabeth Cortés está entusiasmada con la próxima llegada de Maimuna dentro de dos días. Desde hace tiempo deseaba participar en el programa de acogida de niños saharauis, Vacaciones en Paz, pero había que encontrar el momento adecuado para toda la familia y este año han decidido dar un paso conjunto.

"Me preocupaba cómo se lo podía tomar mi hija. Quería que ella fuera capaz de entender la partida", explica sobre las circunstancias que le impedían poner en marcha su anhelo. Su hija Elisabeth, de 15 años, tiene síndrome de down y, como madre, temía cómo podía afectarle la estancia temporal de otro niño "sobre todo que no entendiera que tendrá que marcharse", afirma. Pero la psicóloga de la Asociación Cacereña de Síndrome de Down despejó su duda al animarle a hacerlo. "Me dijo que sería una experiencia gratificante y, desde que recibimos la confirmación como familia apta, estoy deseando que llegue el momento", reconoce. Su marido, Jaime, y su hijo mayor, Jaume, de 20 años, también se mostraron encantados con la idea.

El momento que espera toda la familia llegará el próximo viernes, cuando Maimuna estará ya en Cáceres, junto a otros más de 200 niños que está previsto que lleguen a distintos puntos de la región.

"Llevamos dos semanas nerviosos, planeando todo lo que vamos a hacer, ir de compras, de vacaciones...", cuenta sobre la implicación de toda la familia.

Pero la planificación comenzó mucho antes. En febrero iniciaron los preparativos, este año más complicados con la entrada en vigor de un decreto que extrema los controles a las familias que acogen a los niños. "Pasé cuatro días haciendo papeles entre certificados de empadronamiento, médicos... aunque me parece perfecto que se extremen las medidas", cuenta.

Seis años

Isabel María Narciso participa por sexto año en el programa, pero los nervios estos días son los mismos que la primera vez. "Estoy deseando que llegue, Hamma es uno más en la familia", cuenta sabre la relación con el niño que le acompaña cada verano desde 2008. Cuando lo acogió por primera vez Isabel tenía 25 años. Se embarcó en el proyecto casi por casualidad, porque una conocida que ya participaba le comentó que tenían problemas para encontrar familias para dos niños.

"Le dije, pues para uno de ellos deja de buscar familia, que se queda conmigo", cuenta. "El primer año fue una locura de preparativos y también su estancia fue dura, porque primero pasó él las paperas y luego me las pegó a mí, pero cuando llegó el momento de que se marchara lo pasé fatal", añade. "Sabes que les vas a querer, pero no te imaginas cuánto".

Y tanto le quiere, que no podía esperar al año siguiente para verle y decidió ir a los campamentos para visitarle antes. "Me emocioné al llegar allí, primero por verle, pero también por comprobar las condiciones en las que viven allí todo el año, sin agua corriente, sin luz... son unos luchadores", señala.

Y desde entonces no ha faltado a cada cita estival con Hamma, que concluirá este año --de hecho solo se permite que vengan durante cinco años, pero a Hamma se le ha autorizado uno más para atender un problema médico--. "Me dará mucha pena que se vaya, pero haber permitido que venga le hará tener mejor calidad de vida", concluye.